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EL BLANCO CABELLO DE LA COMPASIÓN

La grandeza de las naciones se mide también por su capacidad de perdonar, que no necesariamente olvidar. Los pueblos como las personas son invitados a inundarse de compasión. En ello también se juega su futuro. El pasado que perdonamos, es el mañana más luminoso que inauguramos.

¿Será que esa mujer ya cercana a la centuria me hace recordar a mi madre? Ella avanza también a menudo con silla de ruedas, es nonagenaria y de escasa cabellera de nieve. Ésta se clava en su sofá de verde terciopelo, de siempre verde esperanza.

Esos cabellos blancos sin tinte, ni peluquería me infunden un gran respeto. No en vano esconden una entera vida de intensas y a menudo duras experiencias. Yo no llevaría a Irmgard Furchner ante los tribunales. En realidad, todas las avanzadas ancianas nos infunden una enorme consideración, por más que hayan avivado las mismas brasas del infierno. Están ya transitando hacia otra Jurisdicción. La carpeta de sus vidas está siendo presentada ante otra Justicia. Nuestra sociedad no debería condenar a personas tan mayores. A los 97 años, sus casos se empiezan a estudiar en otra suerte de Tribunales. Pronto se sentarán sin cabellos blancos ante otros Togados infalibles.

Evidentemente la secretaria de un verdugo en masa algo debería saber de la ignominia colindante a su barracón administrativo. Irmgard Furchner a sus 18/19 años fue la secretaria del comandante de las SS del campo de concentración de Stutthof. Por lo que tecleaba y telegrafiaba algo debió intuir del crimen masivo que se estaba perpetrando justo a sus espaldas. Debió saber que el humo de las chimeneas no alcanzaba los cielos precisamente tras la combustión de madera.

Aún con todo, las preguntas se acumulan ante esa denostada anciana en su silla de ruedas. ¿Qué habríamos hecho nosotros a los 18 años dentro de esas terribles alambradas? ¿Cómo habríamos actuado si hubiéramos estado igualmente en ese momento y lugar inadecuados? ¿Qué gana Alemania, la entera humanidad condenando a una mujer de 97 años? ¿Con toda la que está cayendo, nos podemos permitir el lujo de juzgar a una anciana que espera sus últimos días en un asilo, que no se tiene de pie y que además se ha arrepentido a su forma? “Siento todo lo ocurrido y lamento haber estado en Stutthof en aquel momento”, “Es todo lo que puedo decir”, confesó la anciana el día pasado ante el tribunal de Itzehoe que la juzgaba.

Ahora que estamos sumergidos en la historia, aprovecho para mencionaros un libro sobre la temática. Ediciones Isthar Luna-Sol (www.istharlunasol.com) me ha comunicado que me va a editar “La fraternidad del mañana. Una nueva interpretación de la historia”. Es con diferencia el libro más importante de cuantos he escrito. En el volumen he volcado el alma y muchos años de trabajo. Os iré contando de él.

Hemos jugado muy diferentes roles en nuestro pasado y vidas anteriores. Hemos sido víctimas y victimarios, hemos sido la anciana de pelo blanco y el humo de esas inmundas chimeneas… Como diría nuestro siempre admirado maestro Thich Nhat Hanh. “Soy una rana que nada feliz en el agua clara de un estanque, y soy la culebra que se acerca sigilosa para alimentarse de la rana…” Pero a la postre estamos aprendiendo, destilando el preciado jugo de tantas experiencias colectivas, estamos escribiendo éste y otros libros que tratan de extraer las enseñanzas del inmenso campo de pruebas global que representa la historia. Ojalá el nuevo libro sea de vuestro agrado…

* Imagen: Irmgard Furchner el día pasado en su juicio

Cabañita de madera 21 de diciembre de 2022

 
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