Nuestro descanso lo acuna las olas de un mar bravo. Dios hizo las playas para el séptimo dÃa. No podÃa haber ideado mejor espacio para el descanso. Asà que se puso, con la ayuda de las olas, a moler millones y millones de moluscos muertos y otros caparazones. Y nuestras columnas encontraron acomodo y nuestros cuerpos el mejor reposo. Todo ha terminado con bien. Después de despedir a nuestros compañeros de tantas y tan felices fatigas, el vehÃculo tomo solo el rumbo de la playa. Los cuerpos buscaban la fina arena donde tumbarse y estirarse, tras veintidós dÃas de muy intenso trabajo. Frente al mar infinito, infinito agradecimiento, pues todo ha transcurrido en profunda paz, en genuina alegrÃa y fraternidad, sin ningún tipo de percance. Inmenso agradecimiento por las relaciones trabadas, por el aprendizaje que juntos hayamos podido alcanzar. Esta noche no contamos cuántos estamos para cenar. Nuestra compra cabe en una sencilla cesta, no hay necesidad de grandes carros para moverla. Cocinamos en un cazuela cuyo tamaño semeja ridÃculo... Ojalá los otros pucheros más grandes fortalecieran los cuerpos de los caminantes. Ojalá los silencios, cantos y oraciones, en general la vida peregrina y compartida, imprimiera también renovada fuerza a sus espÃritus.Pisamos fuerte en el arena de la orilla, pues profunda es también nuestra oración andante, sentida nuestra plegaria de incontenido agradecimiento. |