A menudo no es tanto lo que pensemos sobre un tema, sino la posibilidad de abrirnos al otro/a que abriga también sus sólidos y distintos argumentos. A menudo más importante que nuestros propios postulados es nuestra voluntad de encontrarnos con el diferente, incluso con el contrario siempre y cuando no abandere un desatino contrario a valores universales y Ley divina. En algún lugar tendremos que encontrarnos los vacunas y los antivacunas, los mascarillas y los antimascarillas, los de la hecatombe y los de “aquà no ha pasado nadaâ€â€¦, en algún momento habrá que dejar nuestras distantes montañas y bajar al valle verde, ancho y plural; en algún lugar habrá que trazar un punto de encuentro entre los extremos. Ese lugar no puede ser otro que el del centro sensato, comprensivo y ponderado. En mi entorno observo posturas muy distanciadas ante la crisis que estamos viviendo y sin embargo todas llevan su mayor o menor parte de razón. Si en algo sà se equivocan es en cerrarse en banda al contrario. Toda esta complicada situación es una clara invitación a hacer valer el punto de en medio, de la mesura, por supuesto del respeto. ¿En qué consiste si no la convivencia humana con la que hemos de sentirnos comprometidos, sino en la recuperación de la exquisita consideración por el diferente? Ya he abundado en este argumento y pido disculpas si me repito. Cada dÃa estoy más convencido de que el COVID ha venido principalmente a invitarnos, por un lado a abrazar pautas de vida natural, a volver a la armonÃa con la Madre Naturaleza y por otro lado a retornar a la armonÃa y sana convivencia para con nuestros congéneres, sobre todo para con quienes no comulgan con mis argumentos. |
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