Al serio aviso sobre nuestro “modus vivendi†consumista y materialista que representa el COVID no se puede responder sólo con un apresurado apaño de las grandes compañÃas farmaceúticas. Sincero anhelo de eficacia de la vacuna por delante, presentamos con consideración nuestras observaciones. Creemos más en la solución que se remonta al mundo de las causas que en el remiendo congelado, que en la vacunación masiva con la que pretendemos arreglar nuestros graves errores sistémicos. Cada vez más cientÃficos apuntan a que el primero de éstos es la destrucción de una sagrada Madre Naturaleza. No somos de pinchar globos, más el contrario de suscitar esperanza allà donde se geste y pulse. No contestaremos las vacunas que ya atraviesan arrugada piel, apuntaremos a la vida natural que nos resistimos a abrazar y que nos reporta la verdadera y perenne inmunologÃa. La auténtica vacuna no urge necesariamente de 80 grados bajo cero. Campa en nuestros adentros, por ejemplo en nuestro coraje interior para levantar una civilización diferente, inspirada en hábitos más saludables, en valores que trasciendan el materialismo dominante. Los parches sólo resultan a corto plazo. ¿No tendrá la nueva vacuna una importante dosis de espejismo engendrado a base de multiplicados apuros y epidémicos desencantos? ¿No habrá que canalizar esa frustración también hacia la creación de un nuevo modelo civilizacional, en vez de sólo a la investigación con las probetas de laboratorio? Lo antiguos esenios ya nos hablaban desde su desierto siempre cercano del poder curador del ángel de aire, del fuego, del agua y de la tierra. ¿La vuelta a la vida sencilla y solidaria, a los alimentos sanos, a la mente elevada, al espÃritu de compartir y colaborar, al contacto los Reinos naturales..., no tendrán más carga de futuro que la interesada receta de Pfizer, Moderna y Oxford? Ante el incipiente trajÃn planetario de los congeladores uno se pregunta si no debiéramos llamar a la puerta de esa ancestral sabidurÃa. Ante los triunfantes titulares de estos dÃas nos cuestionamos si no debiéramos más bien encarar el reto del equilibrio y la armonÃa, asumir una actitud más activa y protagonista en la gestión de nuestra propia salud, antes de pivotar nuestro futuro en cuestionables panaceas que, no sin riesgo, se inyectan carne adentro. No somos antivacuna, porque no somos anti-nada; somos y seremos siempre pro-vida, pro-creación. Sólo señalamos el sol, sólo buscamos la fuente cristalina, labramos la tierra agradecida, escalamos los recios árboles, nos hundimos en el cálido barro... Pese a toda suerte de necesarias crisis, sólo gotean al final del dÃa por nuestras mejillas lágrimas de infinito agradecimiento. |
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