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¿Turbulencias necesarias?

Además de la economía global, las finanzas y sus oportunidades, los corredores de bolsa y brockers podrían observar algo de las leyes universales que rigen en el ancho parket de la vida, máximas inmanentes a todas las tradiciones, siempre inspiradas por la pauta del mayor bien colectivo. Por ejemplo aquella que reza: “Sólo cuando hayamos dado todo, podremos recibir.”
En vez de acostarnos con los dígitos del Ibex o del Nasdaq en la cabeza, convendría exploráramos el índice de nuestra capacidad de entrega y donación. Este es a la postre, el único índice que merece la pena velar para que no descienda. Los Dow Jones, Nikkei…, que estos días llenan las cabeceras de los medios, no merecen nuestra alarma y preocupación.

Quizás no sobren los batacazos. Las crisis encierran siempre sus lecciones. Los miles de millones perdidos debieran invitar a la generosidad. Los índices de la codicia están llamados tarde o temprano a desplomarse. Lo importante es que en el mercado y plaza mundiales no falte nada a nadie. Esa es la mejor noticia que nos puede llegar de las páginas salmón de los diarios. Ese es el índice, la meta colectiva que debemos perseguir con tesón.

“En la tierra hay para las necesidades de todos, pero no para los caprichos y vicios de todos” nos insistió uno de los más grandes profetas de nuestros días, Mahatma Ghandi. Por eso nos quedan aún gráficos con abismos en picado y que generan sudores fríos en los mercados de valores. Más que turbulencias habrán seguramente de llegar. El sistema hace aguas porque es insolidario y en el universo rige, a todos los niveles, la pauta del servicio y la mutua colaboración.

La especulación no se sostiene a largo plazo. Dice el Maestro Parvathi Kumar a este respecto: “Mientras en el pasado, la producción de dinero estaba siempre vinculada a la producción de mercancías, el negocio de especulación de nuestros días está totalmente desvinculado del producto nacional. El precio de las acciones no tiene relación alguna con el desempeño económico de las compañías que las emitieron.”

Sólo la ley de solidaridad garantiza la continuidad de la vida y de la prosperidad colectiva. Hay más “craks” que nos aguardan en futuros lunes de sol sólo aparente. La lógica del ganar y ganar a costa de la Madre Tierra y sus reinos, a expensas de nuestros hermanos no es sostenible. Habremos de ver más jornadas negras y números rojos antes de que en nuestro mundo prevalezca definitivamente la lógica del compartir. Las turbulencias de estos días pueden ser augurio de tormentas imprescindibles. Cuanto antes reconsideremos la razón tan magnificada del exclusivo beneficio propio, menor será el batacazo.

Dicen que hay un panorama futuro maravilloso, que nuestra mente apenas alcanza aún a esbozar, en el que las relaciones económicas entre los humanos estarán regidas por los principios superiores del colaborar y el compartir. Cada quien cogerá de la ganancia común aquello que necesite y su mayor preocupación será que no falte nada para nadie. Puede parecer una lógica lejana, pero terminará por llegar. Tengamos fe. Hay razones altruistas para adherirnos a esta economía generosa, pero además, a larga distancia, es la única operativa y viable.

 
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