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Humo del vecino

Frente al fondo verde del encinar de Urbasa, hoy ha empezado a pintar su lienzo el humo vecino. ¿Tristeza por el verano que ya partió, por las olas que no danzamos, por los ríos que se deslizan ya lejanos…, o alegría por los amarillos que ya pulsan en lo recóndito de la arboleda? Si no es el mar, será un océano de hojas allí donde nos bañaremos. Si no es el mar, tiene que haber un cielo oceánico donde nuestras manos permanezcan enlazadas… Si no es junto al mar, en alguna ribera nos reencontraremos…

¿Por qué tanta nostalgia de verano con el humo del vecino? ¿Será que acariciamos algo de la Aurora? ¿Demasiada la paz que el otoño desembarca? ¿Demasiada distancia la que los fríos y sus humos inauguran?

¿Entrarán en la chimenea todas las nostalgias del verano? ¿Cabrán todos los recuerdos de bosque, guitarras y cristal? ¿Será también mañana leña toda la dicha que en círculo hemos compartido…?

Hasta el humo escribe sin parar sus más bellos poemas. Es la encina que vive y muere en total rendición, en absoluta belleza y pureza. No sólo inmensa y verde paz ante la mirada de quien teclea, no sólo abrigo convertido en llama, es también sublime aspiración hacia los cielos.

El humo metió en mi retina todo el gozo del estío. Trajo de repente todas las nostalgias. A la noche quizás arderán, pero ahora, aún a la luz del alba, las compartimos…

 
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