Permitir que la casa se vacÃe sin echar al morador antes de que expire el alquiler. Permitir que el soplo se agote, que el corazón ya no bombee, que la envoltura se enfrÃe… Dejar que la vida fÃsica se apague sola, por supuesto sin estirarla más allá de lo debido, pero tampoco sin acortarla. Hay relojes que nunca se adelantan. Al enfermo le pueden sobrar tubos, máquinas y fármacos que prolongan su sufrimiento, pero no le sobra un segundo del tiempo que ha de permanecer de forma no asistida sobre la tierra. Nuestro Congreso debate estos dÃas sobre la eutanasia, pero nadie consulta lo que al respecto dicta una Ley que no está escrita ni en la Constitución, ni en los Aranzadis. Es imposible comprender el tema de la eutanasia sin acercarse a la Ley del Karma. Hay copas que hay que agotar, que nosotros mismos decidimos sorber por entero al otro lado del velo. Por nada del mundo las apartemos, no sea que la dosis de dolor aumente, al volver a vestir carne. |