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Agotaré mi soplo

Sobre el debate de la eutanasia  
Permitir que la casa se vacíe sin echar al morador antes de que expire el alquiler. Permitir que el soplo se agote, que el corazón ya no bombee, que la envoltura se enfríe… Dejar que la vida física se apague sola, por supuesto sin estirarla más allá de lo debido, pero tampoco sin acortarla. Hay relojes que nunca se adelantan. Al enfermo le pueden sobrar tubos, máquinas y fármacos que prolongan su sufrimiento, pero no le sobra un segundo del tiempo que ha de permanecer de forma no asistida sobre la tierra.

Nuestro Congreso debate estos días sobre la eutanasia, pero nadie consulta lo que al respecto dicta una Ley que no está escrita ni en la Constitución, ni en los Aranzadis. Es imposible comprender el tema de la eutanasia sin acercarse a la Ley del Karma. Hay copas que hay que agotar, que nosotros mismos decidimos sorber por entero al otro lado del velo. Por nada del mundo las apartemos, no sea que la dosis de dolor aumente, al volver a vestir carne.

No nos equivoquemos, el buen morir no vendrá nunca de una inyección letal que rompe todas las programaciones y los pactos y que acarrea además consecuencias imprevisibles en la vida post-mortem. El buen morir vendrá de la sana aceptación de lo que nos corresponde. El buen morir no lo representa la eutanasia, sino la esperanzada y altruista resignación ante el lastre que hemos ido recogiendo por nuestros caminos, ya en este recorrido vital, ya en anteriores. Nunca adelantar unas manecillas siempre sujetas a una precisión que nos desborda. El buen morir es esperar a que esos brazos, que dice la tradición oculta, son más tiernos que los de la propia madre, vengan a recogernos en el momento acordado. ¡Bendita hora!

Artaza 18 de Octubre de 2018
www.koldoaldai.org

 
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