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Rearme de fe

Hace treinta y ocho años no había voto para los hombres y mujeres de color en los EEUU, hace ciento cuarenta y tres sólo tenían grilletes, ni siquiera se podían mover con libertad, eran esclavos. Hoy un hombre de color es candidato a la Casa Blanca, dando así un giro providencial a la historia. Un fuerte y extendido anhelo, no sólo americano, sino planetario, pulsa para que este candidato de paz y de consensos gobierne finalmente la nación más poderosa del mundo.

Los valedores de la teoría de la involución están en apuros. Caen los argumentos de quienes proclaman la deriva humana. Lenta pero sostenidamente, la humanidad avanza, progresa hacia más altas cotas de civilización, hacia la plena instauración de valores superiores. Barack Obama, afroamericano de progreso y arraigados principios solidarios, puede en noviembre sentarse en el despacho oval. En el ala oeste de la misma Casa Blanca, también por primera vez, una mujer, hasta ahora su contrincante en las primarias, puede acompañar al virtual presidente Obama en las labores de gobierno.

Noticias como ésta debieran suponer un estímulo en la recuperación de la fe colectiva en el progreso humano. Ya no fe en las ideologías que nos han dividido, confrontado y sangrado, ya no fe en proyectos particulares, sino fe en los proyectos, objetivos y valores comunes.

Los imposibles de ayer son hoy realidad. Ojalá muy pronto podamos ver a Obama comenzar a retirar los marines de Irak, firmar Kyoto, avalar el Tribunal Internacional de la Haya… Los abusos no eran de por vida. Si nos empeñamos, las calamidades tienen también su fecha de caducidad. Un rearme de fe colectiva puede detener el cambio climático, puede poner pan en la mesa de todos los niños y mayores de la tierra, puede acabar con el analfabetismo, con la explotación del hombre por el hombre, con las epidemias, con las guerras…

Sí hay deriva, deriva de mi ideología, de mi proyecto, de mis intereses, de mi patria que quise imponer al otro… Por eso casi arruinamos el mundo. Si embargo hay progreso de los valores que mayoritariamente nos unen, principios de defensa y amor a la Tierra, de responsabilidad colectiva, de unidad en la diversidad, de justicia, de paz, de solidaridad y compartir…

Si Obama, con su determinación de cambio y voluntad integradora, con su vocación incuestionable de servicio, con su convicción en el ser humano y sus posibilidades, ha alcanzado la candidatura a presidente, es que muchos otros sueños, otrora inalcanzables, están hoy en condiciones de comenzar a hacerse realidad.

Muchos norteamericanos creyeron en que Bush y lo que él representa en cuanto atropello, prepotencia y militarismo, en cuanto a fúsil en el armario de casa, en cuanto a defensa a ultranza de un sistema que beneficia a los menos a consta de la mayoría…, no lo eran para siempre. No se abandonaron al desaliento, abrigaron fe en el cambio, fe que fue creciendo, fe que atrajo al hombre apropiado, en el momento justo, con el discurso y programa oportuno. La conciencia colectiva de cambio materializó al aspirante ideal. Tal es la fuerza y la expectativa acumuladas, que hoy ese hombre, más que probablemente, dirigirá su nación y con él se acabará el atropello, retornará la integridad, la honestidad al poder, la confianza en el futuro.

“Change, we can belive in”. No sólo en los EEUU, mundualicemos el lema de Obama. Nosotros también podemos creer en el cambio planetario suspirado. Sólo resta un plus de fe en los valores que a la inmensa mayoría nos concitan, fe en que juntos lo lograremos, fe en que podremos superar los enormes desafíos globales que hoy atendemos, fe de que ésta es una hora única, difícil, pero llena de oportunidades, fe de que encarnamos aquí y ahora para hacer hoy posibles los imposibles de ayer. Fe, ante todo, en que la vida y sus formas infinitas y maravillosas perdurarán en este bendito planeta y nosotros con ella. Perdurarán por supuesto las próximas generaciones, más preparadas que nosotros para inaugurar un mundo de paz y fraternidad, de solidaridad y compartir para siempre.

 
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