Nos duele ese desacuerdo. Habla mucho de nuestra adolescencia de conciencia, de nuestras debilidades e impotencias. La madurez de la conciencia se refleja en buena medida en nuestra capacidad de llegar a acuerdos y consensos en favor del bien común. Como es arriba es abajo. Su fracaso es nuestro fracaso. El desacuerdo en Madrid es el reflejo de una comunidad nacional a la que le cuesta aún armonizarse y vertebrarse en torno a valores superiores más allá de sus diferencias políticas. Si no somos capaces de acordar en lo elemental, ¿cómo iremos a por más ambiciosos sueños?, ¿qué será de nuestra más elevada aspiración, el anhelo de la hermandad…? Ceder, entregar, sacrificar... son los verbos que hemos olvidado conjugar, los ejercicios que de día en día se hace más urgente practicar. |
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