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Ley de correspondencia y seducción

La Ley de correspondencia equivale a lo que algunos autores observan como Ley de atracción. Es decir, atraemos lo que es similar a nosotros. Albergamos cualidades positivas, algunos denominan magnéticas, que atraen. A su vez albergamos también cualidades negativas que repelen. Evidentemente si nosotros anhelamos compañía y deseamos atraer un ser de luz y belleza interior, por ley de correspondencia deberemos esmerarnos en encarnar esa luz y belleza interior. Si nosotros vibramos más bajo, nos corresponderán seres de más baja evolución. Hasta aquí todo magia blanca, todo correspondencia entre un alma a otra.

¿En el juego de seducción atraemos al alma o atraemos la personalidad? En la seducción ya entra el "ego" con mayor o menor medida y presencia. En realidad, el alma no necesita seducir, el alma es. Atrae por su propio poderío, sin necesidad de adicional "artillería". La voluntad de seducir la personalidad arranca siempre de la personalidad. En este y en otros tantos aspectos es muy importante observar por lo tanto desde dónde estamos actuando y comportando, desde nuestra naturaleza superior o alma o desde nuestra naturaleza inferior, personalidad o ego.

Seducción sería el estímulo de la naturaleza inferior de otro ser para atraerlo a nosotros. La Ley de la correspondencia tiene por lo tanto una importante aplicación en las relaciones humanas. Es importante saber cuándo establecemos relaciones en base a la ley de mutua atracción de almas (ley de correspondencia) o cuándo deseamos estimular la naturaleza inferior de la otra persona para que se acerque a nosotros/as.

Ahí hay un juego de innumerables variantes. Muy lejos de pretender establecer un criterio de juicio, esta Ley de correspondencia nos invita a observar cuándo estamos haciendo un uso puro y luminoso de ella (magia blanca) o cuándo estamos estimulando en la otra persona aspectos de su naturaleza inferior (magia gris o negra). Evidentemente hay que saber distinguir entre el agradar y el seducir. La seducción va más allá del simple agradar.

Cada quien es dueño de su destino (Ley de causa y efecto) La moral cósmica en este y en todos los casos no nos lleva de ninguna de las formas al juicio, sino al discernimiento que es algo bien diferente. Una vez vertida la luz, cada quien obra a voluntad.

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