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LIMUSINAS EN MADRID

El tráfico diario se detiene y las grandes arterias se vacían. Pasan los vehículos de cristales negros. Las limusinas invaden el centro de Madrid. Importantes mandatarios desembarcan en la capital del Estado con sus largos séquitos. Celebran una cumbre histórica y necesariamente nos preguntaremos por el significado que cobra para nosotros y nosotras esta gran Alianza Atlántica.

Seguramente coincidiremos en que la OTAN es una alianza cuya finalidad última es la defensa ante la agresión. El hecho de que Finlandia y Suecia, países históricamente neutrales, hayan pedido urgentemente cobijo lo sostiene. Si recelamos de la política, transitemos a la psicología. A veces en la esfera doméstica es más fácil de afrontar cuestiones de enjundia. Como es arriba es abajo y como es abajo es arriba. La disyuntiva se puede afrontar en el macrocosmos o en el microcosmos, en términos de geoestrategia política o en clave más personal. Podemos recurrir a la esfera pequeña a la hora de intentar discernir las cuestiones mayúsculas.

¿He colmado y desbordado mi interior de tanto amor, fuerza y compasión como para no responder a la agresión? A veces el mundo se nos puede antojar en exceso ancho, pero la interpelación es clara, sencilla y rotunda. La eterna polémica sobre la OTAN es en última instancia una cuestión íntima. ¿Cómo respondería yo ante la agresión, ante el atentado a mi casa, a mi familia, a mí mismo ? ¿Cómo actuar ante el empuje y la amenaza de la fuerza del mal, que ahora en esta coyuntura encarna, sin lugar a dudas, la agresiva Rusia de Putin? ¿Qué hacer ante un país que invade brutalmente a otro, que viene de bombardear impunemente un centro comercial rebosante de civiles con un saldo de 15 muertos y decenas de heridos, que ha arrasado ciudades de más de medio millón de habitantes?

¿Prima el artículo 5 en nuestro código interno? La pregunta en esencia es: ¿cómo reaccionamos cuando nos agreden? Si en verdad estamos por poner la otra mejilla ante tamaña agresión, sobran en estos momentos todas esas limusinas de Madrid. Pero antes de coger pancarta, de sumarnos a la protesta, consideremos si la no-violencia ha calado hondo en verdad en nuestro interior. Si la paz de dentro ha crecido lo suficiente como para frenar la brutal artillería de fuera.

 
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