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CAFÉ SIN LECHE

Los transportistas comienzan a accionar sus motores. Ahora que nuestros carros de compra rodarán de nuevo colmados, movilicemos también altruismo, vaciemos un poco el olvido en exceso crecido. Ahora que va pasando el pavor por algún día de imprescindible ayuno, ahora que las montañas de leche serán de nuevo en las estanterías y las despensas domésticas impedirán otra vez cerrar los armarios..., quizás convenga recordar a quienes las tienen vacías. 

Quizás convenga traer a nuestra mente a quienes no pueden ir al "super" porque unos aviones salvajes lo han destruido, ni llenar su coche de gasolina porque es pasto de las llamas, ni arrejuntarse con los suyos porque ya no son o lo son inasibles, lejanos. Menos pánico por unas estanterías que descansan de su habitual peso y más visualizarnos bajo las bombas, junto a la humanidad desprotegida, a la vera de los hermanos y hermanas que lo han perdido todo.

Circulen raudos nuestros camiones, pero no se quede tampoco atrás la progresiva conciencia planetaria, el acrecentado anhelo de vivirnos más solidarios. Mirada más aérea y corazón más ancho demanda este momento difícil. No pasa nada porque un día sea la leche en polvo la que blanquee el café, porque a la ensalada le acompañe menos aceite, porque el estómago no se colme y haga un hueco siempre saludable..., pero es de preocupar un amanecer sin reafirmar nuestro firme y entero apoyo al ejemplar, valiente y sufrido pueblo ucraniano.

* Imagen de "El País". Despedida junto a la frontera de Rumanía el martes pasado.

 
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