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VOLVEMOS...

Las corazas no se combaten; se abrazan con cariño. Quizás algún día las verás caer, primero las tuyas, también las ajenas. No hay dialéctica del alma. Las antiguas creencias no se confrontan, se respetan, se honran, se aguarda a que vayan cediendo. La Luz de lo que ha de ser se encargará de ello. No vivimos una sola vida, sino multiplicidad de ellas, pero no nos corresponde dar la "murga" con esa esperanza que nos desborda. No deberíamos albergar interés alguno de batallar con las creencias arraigadas.

Creí ver ayer reunidas las condiciones. El cristal era enorme y enseguida avizoré la oportunidad de traspasarlo e ir más lejos de lo habitual. El gran ventanal se presentaba junto a nosotros como metáfora de la vida. Le propuse explorar la ventana tras la ventana, la plaza tras la plaza, la vida tras la vida… Se prestaba el momento de encarar cuestiones de enjundia, temas de envergadura, acercarnos a las grandes cuestiones de la vida, la enfermedad y la muerte, las cosas de Dios que nuestra sociedad acostumbra ocultar. La consumición podía ayudar a desatascar lo sellado. A eso había que sumarle el sofá mullido, la mañana sin prisa alguna de domingo y sobre todo la cercanía de la sombra de su inevitable olvido, desmemoria que ya comienza a arañar los preciados recuerdos con grandes zarpazos.

La ocasión se pintaba, pero no ocurrió. Hubiera hecho falta "vermouth" de alta graduación en vez de zumo de naranja y las pastillas no lo permitían. Ella se siente segura, a cubierto con las respuestas que el doctrinario le facilita. No tiene intención de salirse del guión. No desea explorar más allá del catecismo oficial. Hay que respetar el apego al tradicional refugio, a la fe ancestral. Es preciso no ir de sabido, no insistir.

Sí me dijo que cada mes se encuentra con un cura. Es lo que antes llamaban confesión. Con él sí que abre su corazón. Creo que en esos momento sentí celos de ese jesuita que escucha periódicamente la bondad, la pureza, la sencillez derramados en sus oídos. Aquél a quien ella ha dado vida física, difícilmente sabrá más de la vida y de la muerte que ella, por supuesto nunca más que un sacerdote. Ella lo prefiere. Con su hijo no procede "confesarse". Le quiere, pero no lo sacará de la categoría de eterno “hippie” y pensamiento débil. Mezcolanza, ideas raras, por más que ella jamás se le ocurrirá verbalizar nada semejante.

Por el enorme cristal no desfilaron metafísica, ni visiones de futuro. La consumición no sonsacó ningún secreto. Ortodoxia obliga. Cada quien ajusta el despertador para empezar a salir de ella a la hora en que se le antoja. A los demás no nos corresponde adelantar la manecilla. Me limité a decirle con todo el cariño que fui capaz y sin el más mínimo interés de confrontar sus creencias católicas.
- Amatxo, volvemos. No es sólo una vida. En medio de la eternidad el Dios Madre-Padre todo Amor nos da infinitas posibilidades, no sólo una, para llegarnos a su vera.

Siempre exquisítamente respetuosa, no dijo nada. Volvió a agarrar el zumo y le dio un trago largo.

 
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