Amor, sabidurÃa y voluntad siempre de la mano, también por las grandes y agitadas avenidas de nuestras ciudades, también en medio de estos tiempos tan apretados. Sobre todo ahora que la sangre corre el riesgo de calentarse a la vista de las escandalosas “primas a los directivosâ€, de las “jubilaciones de oro y platinoâ€, de la corrupción que no cesa, de la Corona que ni de lejos ejemplifica… Los rescates a la banca no hay quién los entienda, pero las causas justas requieren afinar al máximo los métodos, so pena de hacerlas naufragar. Firmeza no es palabra sinónima de alboroto. Hay diferentes formas de plantarse ante el domicilio de un polÃtico. La expresión cÃvica deberá distanciarse del acoso. SÃ, puede ser de ley ir civilizadamente en pos de quien pudiera estar involucrado en injusticia o atropello, lo que no serÃa acorde con un noble fin serÃa gritar, insultar, gesticular con agresividad. El objetivo está también en los medios. Las justas causas no necesitan de formas que las pierdan. En todo momento será preciso plantearse a qué estamos dando rienda suelta, a una rabia incontrolada o un justo anhelo de transformación de la realidad. ¿Nos comen las tripas, o aún sintiendo su revuelo, gobierna la mente equilibrada? SÃ, “sà se puedeâ€, sà se puede detener la usura de muchas entidades bancarias. SÃ, se puede lograr que el gobierno legisle a favor de los más desfavorecidos, de los que no les alcanza para la hipoteca, pero la impecabilidad será imprescindible en el empeño. No todo deberÃa estar permitido en la noble filosofÃa del “Sà se puedeâ€. Los ideales que podemos albergar dentro son demasiados bellos como para dejarlos mancillar por una ira repentina. Sólo los métodos puros pueden alcanzar altas cimas, metas puras. “Sà se puedeâ€, pero la creatividad, la belleza, el orden, la serenidad…, no sólo en el horizonte lejano, sino sobre todo en el más inmediato de las aceras ocupadas. Unamos mentes y corazones en favor de esos urgidos y elevados ideales de justicia y solidaridad, mas las tripas en casa. Mejor no llevarlas de paseo, menos al domicilio de nadie, por muy del gobierno que sea, por muchos números rojos que visualicemos en nuestra castigada cartilla. * Pintura de Francisco Casón |
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