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Saludos, milenio

Parece que sí, que ahora va en serio. Dicen que ya estrenamos milenio. Lo de hace un año debió de ser simple conato. El champán más añejo, los anhelos más hondos hay que descorcharlos ahora. No en vano proclaman los entendidos que centuria y milenio se inauguran por fin el próximo primero de Enero.

Repintamos sueños, actualizamos pues rogativas, aderezamos nuestros pensamientos más elevados y los colocamos de nuevo a pie de este nuevo ciclo que arranca. La ocasión lo merece, no todos los días nos sumergimos en tan largo episodio colectivo.

Por supuesto la lista de nuestros afanes comunes para el nuevo tiempo está encabezada por el deseo universal de paz. En el tercer milenio atenderemos por fin a la profecía de las armas convertidas en arados. Primero callarán los tiros en las pantallas de los televisores, cines y consolas, después se apaciguará la batalla en las trincheras de nuestras mentes y por fin en los cielos, campos y ciudades.

Ya no saldremos a las calles para reivindicar la paz, no la escribiremos en las pancartas blancas, no marcharemos tras su blanco señuelo... Para entonces se habrá instalado bien cómoda en nuestras avenidas y plazas interiores. No convocaremos silencios frente a la violencia, nos habitará un colmado silencio. En algún lugar del tiempo y el espacio se reunirán los de uno y otro bando, los rojos y azules, los blancos y amarillos, los de txapela y los de sin ella... Mirarán al pasado y verán sin nostalgia un paisaje ya lejano de desatinos envuelto en niebla de quimera.

En el tercer milenio la aldea más recóndita tendrá toboganes de madera, escuelas con maestr@s bien pagad@s y biblioteca con Interné. Aquí y allá, todos se sentarán a la mesa. El ayuno será sólo terapeútico y voluntario. Adelgazarán los del Norte, cobrarán necesarios kilos los sometidos a obligada y cruel dieta en el Sur. Desaparecerán los gamines y niños abandonados, pues al final de sus tortuosas calles encontrarán zapatos, plato y cariño. Desaparecerán las chabolas. Las casas tendrán agua en el grifo, tejas en el techo y jardín junto a la puerta. La tele conquistará también todos los hogares, pero sólo con las imágenes justas y emancipadoras. La telebasura y la televiolencia no admitirá reciclaje alguno en medio de una humanidad madurada. Sin golpes, gritos y tiros en las pantallas, los jóvenes no nutrirán las cárceles, no chirriarán los detectores de metales a la entrada de los Institutos. Los adolescentes se entretendrán con los mil y un juegos de la vida, no con el único y oscuro de la muerte.

En el tercer milenio salpicará una lluvia no ácida. La contaminación no devorará las hojas, ni enfermará nuestros pulmones. Los coches no beberán petróleo. Energías sin humos moverán nuestras fabricas, calentarán nuestra ducha. Las ciudades serán más chicas, sus árboles más gruesos y sus parques y lagos más anchos.

En el tercer milenio los dictadores aprenderán buenos modales, filosofía y humanidades, antes de acogerse a retiro anticipado y custodiado. La democracia no se limitará al papelito en las urnas, ni bailará al son del recuento de un puñado de votos ordenado por la judicatura. Ya no habrá "pateras" que traigan a "ilegales", sino ferrys que acerquen a hermanos. Palestinos, saharauis, los kurdos izarán su bandera, cantarán su himno, constituirán su gobierno, pero terminarán también borrando sus fronteras en medio de un mundo por fin unido.

En el tercer milenio las mujeres afganas quemarán sus "durkas" y tostarán su rostro al sol. Harán "footing" en los parques de Kabul. Se matricularán en la Universidad, visitarán al médico. Sus maridos se conformarán con una sola esposa con la que pasearán de la mano y cuyo rostro acariciarán en los jardines.

En el tercer milenio los ríos recuperarán sus peces, los mares sus sirenas. Las industrias serán limpias, el comercio justo y el consumo equilibrado. El desarrollo será sostenido y la prosperidad universalizada. Las drogas se limitarán a los quirófanos, a las ceremonias en los desiertos americanos, pero no facilitarán precipitada y peligrosa escapada en el paisaje del asfalto.

En el tercer milenio Ratzinger se jubilará, los no-católicos seremos por fin salvos y en una de sus largas siestas le birlaremos las llaves del Cielo. El diálogo entre los credos ya no será por más un diálogo de sordos. Las religiones se unirán en el fondo y se enriquecerán en las formas. Los círculos se agrandarán y la Pipa correrá y se posará en los labios gruesos y finos, blancos y colorados.

En el tercer milenio las aves no caerán a mitad de su vuelo, alcanzarán sus playas, sus trópicos, sus hielos. El plomo no ascenderá hasta sus alturas. Las vacas serán "cuerdas" y los piensos sanos. Las granjas de animales abrirán sus puertas, porque nuestro plato demandará más vida y clorofila y menos sangre y sufrimiento. Los toros expirarán en las praderas sin banderillas, las ballenas en los océanos sin arpones sobre sus espaldas.

En el tercer milenio la electricidad no llegará a las sillas y a los Bush de turno les vendrá el Parquinson a la hora de firmar penas de muerte. El nuevo presidente de los EEUU jugará con su padre a la "Guerra de las Galaxias" en el garaje insonorizado de la Casa Blanca.

En el tercer milenio todos estaremos enganchados a la Red, a la de afuera y a la de adentro. Internet no será más que un complemento de esa Innernet que habremos programado y configurado en lo profundo de nuestros corazones.

En el tercer milenio las mejores noticias vendrán de las estrellas, de esa Vía Láctea compuesta por millones de soles. Bastará una sola probabilidad de vida por cada millón para que tropecemos con infinitas familias de seres estelares. Del cielo no bajará amenaza, sino esperanza. A los "marcianos" de los universos aún desconocidos se les caerán las antenas de gelatina, se desnudarán del aspecto inquietante que les vestimos y nos tenderán la mano.

En el tercer milenio el amor saldrá de las telenovelas, de los listados de débito y crédito, de la relación de posesiones, de la rosa jaula de los celos... A fuerza de ensayo empezaremos a declinarlo con desapego, genuino gozo y mayúsculas.

Somos libres de soñar. La utopía arranca cuando se esboza. Damos vida a lo que imaginamos. Encarnamos lo que pensamos. En el tercer milenio tú y yo podemos crear sobre esta Madre Tierra herida y maltratada, el más elevado de los sueños. Podemos hacer realidad aquello de la familia planetaria, el reino de hermanos. Tú, yo y otros miles de millones podemos encarnar la vigente chifladura de Aquel famoso Loco, aquel Hijo del Eterno que lanzó su primera arenga-sollozo hace ahora 2001 años en Palestina.

 
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