Es de ley aceptar las disculpas, pero también es preciso comprender que el debate abierto desborda ampliamente el hecho de tan desafortunada cacerÃa. En una sociedad madura, la herencia de sangre ya no deberÃa ser motivo para ocupar la Jefatura de un Estado. La sangre no otorga jerarquÃa. La autoridad por linaje es una loterÃa que ya cada vez menos ciudadanos/as están dispuestos a aceptar. En el siglo XXI el poder ya no ha de tener que ver con la cuna. Es la cara virtud, no la sangre, unida a la capacitación, la que ha de propender a los humanos a las más altas esferas del poder. Tumbar grandes paquidermos representa la antÃtesis de la virtud. Como es arriba es abajo. Huelga demandar en superiores instancias un civismo, un altruismo que previamente no hemos asumido. La civilización progresa con una exigencia ética cuyo punto de partida ha de ser siempre nosotros mismos, pero en segundo lugar ha de abarcar también a los cargos y representantes públicos. Quienes aún defienden la monarquÃa en España argumentan su capacidad cohesionadora, pero para cada vez más amplios sectores, la monarquÃa es, en buena medida, una foto, una imagen, un sÃmbolo que recién se termina de vaciar. Porque sólo hay vacÃo donde no hay virtud, donde hay falta de merecimiento. La unidad en la diversidad debiera instalarse en nuestro ámbito polÃtico sobre bases más libres, al tiempo que sólidas, ya no sobre medias imposiciones y una simbologÃa tan carente de genuinos significados. ErrarÃamos de personalizar el debate. Tan sólo nos resistimos a que la mediocridad impere en Palacio. No hay en ello nada personal, tan sólo el derecho de la ciudadanÃa a que la impecabilidad escale las más altas cimas del liderazgo. La jefatura de la excelencia puede un dÃa llegar si logramos dejar a un lado la mecánica de la herencia. La regencia de mayor virtud y capacidad vendrá si logramos superar el marco tan adolecido en este sentido al que nos habÃamos acostumbrado, si de forma armónica y ordenada abandonamos una institución monárquica que definitivamente ya no se aviene con nuestros tiempos y su clara vocación emancipadora. Raya ya alto el descrédito. Yerno y Ãfrica dilapidaron lo poco que al rey le quedaba. Las escopetas no son para la primavera, ni para las monarquÃas en franco deterioro. Todo era falso. El esfuerzo colectivo que el monarca pedÃa a la ciudadanÃa, él no estaba dispuesto a hacerlo. Mientras se difundÃan sus discursos apelando a la austeridad, él maquinaba carÃsimos safaris al corazón de Ãfrica. Quien de dÃa en los salones evocaba la civilización a la noche engrasaba sus escopetas para matar tan grandes, como entrañables animales. Habla de apretarnos todos el cinturón, quien no se priva de sus safaris en el continente negro. Ha llegado el momento de la emancipación. Botswana la ha propiciado. No es el ejercicio de evidente falta de mÃnima coherencia y responsabilidad de "Su Majestad", somos nosotros quienes seguimos asumiendo nuestra subordinación, quienes seguimos aceptando semejante anacronismo. Por las trompas al viento, por los marfiles que brillan a la carrera en las sabanas africanas; para que la conciencia alcance a los reyes y demás humanos que derrumban a cobardes tiros majestuosos elefantes Por el derecho de nuestros hermanos de cuatro patas a corretear libres por sus praderas sin amenaza de plomo borbón, de hierro de ningún tipo. Para que más pronto que tarde los más altos dignatarios sean vivo ejemplo de pureza, de nobleza, de genuino servicio a la humanidad, de auténtico amor a la Madre Naturaleza y sus reinos. Por la República de hombres y mujeres libres y autoempoderados en el marco de un paÃs y de un mundo libre. |
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