La preguntan brota tan respetuosa como incontenida: ¿Y si se mantuvieran en retaguardia alumbrando vida? En realidad no queremos ni frente, ni retaguardia, en realidad no queremos nunca jamás, ninguna guerra. Pero si tiembla la tierra, si de nuevo baila el plomo, ojalá no muerdan trinchera, no vistan galones, ojalá no calcen rencor, no anuncien siquiera un luto lejano... Ojalá quede cuanto menos una geografÃa pura, unas manos limpias, un beso sin mácula… Ojalá que en sus vientres nadie huela pólvora, en sus pupilas sólo la sangre de sus propias entrañas. ¿Hay otra "primera lÃnea" que no pase por la canción de cuna? ¿Quién defenderá el primer latido? No sabemos si creer tan progre, como quizás fatal igualdad. Seguramente nuestro mundo no progresa cuando ellas calzan nuestras ajadas botas de campaña. Seguramente sà avanzará cuando tras milenios de estruendo, ellas consigan parar por fin todos los carros de todos los combates, todas las banderas de todas las ambiciones. Quizás sà haya división de tareas. La nueva leche sólo mana de sus pechos benditos. Los hombres no podemos alumbrar aliento, tan sólo apagarlo. Sólo de ellas depende el punto y seguido, el nuevo llanto, sólo de ellas el futuro sin tregua. ¿Quién medirá su fuerza en balas que “aciertan†y destruyen? Por el contrario su candor siempre acierta. Las almas del mañana hacen cola a las puertas de sus vientres floridos. Ojalá ningún hierro letal en sus manos sagradas, ningún odio en su virgen mirada. Nos interroga una igualdad que deja el carbón frÃo y el hogar vacÃo, que empuja vuestra ternura infinita al fuego insaciable de la batalla. |
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