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Trono en la altura

Trabajamos por la fraternidad humana. No podemos abrigar nada contra ese señor que viene de cumplir 75 años y atiende al nombre de Juan Carlos; que reina desde un lujoso Palacio leyendo los discursos que le preparan. Si algo tenemos en su contra nos lo habremos de trabajar. Representa, aunque nos cueste reconocerlo, el sentir de mucha, mucha ciudadanía. No podemos tener nada contra ningún congénere, porque nuestro desafío último es abrazar, sin reserva alguna, a la entera humanidad.

Ya no nos permitiremos el fatal desvarío de pelear contra el hermano, por más que inciten corona y desatino. Sólo reclamamos nuestra condición de seres emancipados. Somos seres libres, súbditos únicamente de que Quien creo la Tierra y sus Estrellas infinitas y su inmenso Cielo; súbditos de Quienes le acompañan en su Plan Divino de Amor, en su recreación sin límite de cuanto late. Reconocemos sólo la realeza de los hombres y mujeres puros, de quienes se hallan en camino de esa cristalina virtud, de esa incondicional entrega.

Se agotó aquel cuento de la nobleza en la sangre, a sabiendas de que ésta sólo radica en el alma. Hemos vivido ya demasiado tiempo bajo la mediocridad. Tragamos ya toda la saga de reyes que no eran ni siquiera de ellos mismos, que no tenían gobierno sobre sus apetitos y sus cuerpos y sin embargo dictaron sobre naciones. No aceptamos mandatarios impuestos, menos aún que no den la talla.

No tenemos nada contra ese señor, a pesar de que mata grandes animales y carece de propia iniciativa. No, no tenemos nada contra este señor a pesar de que lo coloco un dictador y vive a todo fasto a costa del erario público. No, no podemos tener nada contra nada, ni contra nadie. Cada quien responde ante lo Alto. Agotamos nuestro tiempo en todas las trincheras. Nos alcanzó el hastío de pelear tanto fuera.

Sólo pujamos por nuestra herencia, por nuestra soberanía. Sólo aspiramos a ser nuestros propios dueños. No reconocemos otros Tronos que los de altura, otra Jerarquía que Aquella de la genuina donación al prójimo, Aquella de los Seres que se dejaron el cobre en la trincheras contra ellos mismos. Sólo bajamos la cabeza ante los Seres realizados o de camino, ya nunca jamás ante los que malgastan bienes o jalean la tortura de los hermanos toros en los cosos.

No, no tenemos nada contra ese señor que las circunstancias condujeron a Palacio, pero son los méritos, son los sacrificios, es el desarrollo humano, la belleza ya aflorada del alma lo que permite empuñar reales cetros. Ya no nos conformaremos con menos. Ya no reconocemos otros apaños. Somos seres libres y trazamos nuestros destinos sin tutelas de quienes no se acercan a sus propios abismos. No, de verdad que no discursamos contra nadie, no deseamos herir ninguna sensibilidad. Pagaríamos por ello. Sólo cantamos bien alto nuestra mayoría de edad, sólo clamamos por la república de hombres y mujeres libres tras destinos más luminosos, tras el cetro de los Grandes Seres.

Hallo aún hierro en estas letras, en el propio alma de la que brotan. Hallo aún mucha viruta de los proyectiles que antes fueron. Que podamos cantar mañana la gloria que nos aguarda, sin el más mínimo encono para quienes aún cristalizan y quisieran eternizar el ya largo presente. Así sea.

 
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