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Cuando callen los rifles…

La avidez humana hace negocio incluso de las situaciones más trágicas. Una empresa norteamericana ha comenzado a comercializar mochilas escolares que hacen las veces de chalecos antibalas. La más eficaz defensa de una sociedad y de sus menores es la educación en valores de respeto y solidaridad. Las espaldas de los escolares no deberían cargar con tanto metal añadido. Un adolescente educado en la consideración de toda vida, vegetal, animal, por supuesto humana, crecido en el espíritu de la compasión, en el amor a la Tierra, en la idea de cooperación y ayuda a sus semejantes, jamás emprenderá una matanza masiva.

Si al pequeño se le educa en la ley del más fuerte, de la revancha; si lo que se le proporciona o permite con la merienda es, en cualquier tipo de pantalla, su diaria ración de hombres abatidos por más y más balas, no podemos extrañarnos de los lamentable titulares de estos días. Una vez más será preciso remontar al mundo de las causas para tratar de evitar que escenas de tan bárbara índole se vuelvan a repetir.

Lo peor sería pensar que fue el joven Adam Lanza el causante de la matanza de Newton (Connectitcut), atribuir a un chaval de 20 años la responsabilidad de los 28 asesinatos. Ningún ADN anuncia masacres, los genes no portan hierro, un joven no nace asesino. Es la sociedad y su ocio desnortado, son los “media†con su bombardeo incesante de escenas de violencia, las que lo van formando. ¿Qué ofrecen en su mayoría los monitores ante los cuales los chavales pasan horas que no tienen fin? Protección en las mentes, más que en los cuerpos, pues es en su enmarañado origen donde se puede desatar tamaña brutalidad.

Los chavales, después de esa alta y diaria dosis de tiros y de sangre, pueden llegar a interiorizar profundamemente que la cultura del plomo y la sangre es la más natural, que la relación agresiva es inherente a la familia humana. ¿Qué distancia hay del gatillo infatigable en la consola al mortal gatillo del rifle de asalto? Tras tantos tiros durante tantos días, ¿quién se puede extrañar de que un joven de temperamento inestable, quiera él también, más allá de la pantalla, sentirse fuerte y poderoso, disparar enloquecido, apretar sin pausa alguna un gatillo que fulmina vidas indefensas? El cristal que separa el mundo virtual del real es mucho más fino de lo que nos podamos imaginar.

¿A dónde va un país tan armado hasta los dientes? Por supuesto prohibición de adquisición de armas de todo tipo, pero sobre todo desarmar esas mentes inocentes tan saturadas de imágenes y escenas violentas. Es en la mente humana donde se urde todo para bien y para mal. Si esa mente, especialmente en las etapas de su formación infantil y adolescente, se invade de violencia, la sociedad se verá de forma inevitable duramente golpeada por ella. Por supuesto, arados con los 300 millones de armas que obran en manos de la ciudadanía norteamericana, pero sobre todo más pantallas apagadas en la adolescencia, sobre todo sol, naturaleza, ocio creativo…, cuentos e historias entrañables, henchidas de belleza y valores a la luz de la lumbre.

Educar para la paz, aunque exija más dedicación, entrega y responsabilidad; educar para la vida que palpita, no para la que yace en las aulas. No a los fusiles de asalto, no a cualquier tipo de armas en los hogares, pero sobre todo no al asalto feroz y continuo de la cultura violenta a las más jóvenes mentes humanas. La asociación que defiende el rifle, y con éste la muerte, deberá un día disolverse, pero sobre todo deberá desaparecer tan falsa y torpe conciencia que vincula seguridad con armas en manos privadas.

La cultura de las armas que defienden los sectores más reaccionarios y conservadores de la sociedad americana, es la cultura de la amenaza y del “ojo por ojoâ€, es la forma belicosa de entender las relaciones humanas que precisamente urge desterrar, ahora que dicen arranca un nuevo ciclo planetario de más armonía. La cultura de la vida comienza seguramente apagando el televisor, la consola, el ordenador atiborrado de juegos violentos. Cuando callen los rifles virtuales y reales emergerá esa cultura de la vida, revelando la magia, devolviendo la fantasía y las ganas de crear y abrazar, de compartir y soñar a las más jóvenes generaciones. Cuando callen por siempre las armas de todo calibre, un nuevo y poderoso sol asaltará todas las aulas, una nueva era de definitiva concordia y fraternidad florecerá también más allá de ellas.

 
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