En nuestra primera visita a la prisión, en medio de la mañana de fiesta y de danza no se manifestaba en los rostros de los internos el rastro del error, no era fácil dar con la marca delatora. Quienes habÃan privado de vida a otros no danzaron con menos brÃo. No siempre es necesario que sumen las sentencias. Las puertas de nuestros corazones no deberÃan estar más blindadas que las de esos férreos muros. Tras esa primera visita a la prisión coruñesa, fuimos al bar con nuestro amigo de la ONG Agata. En aquella gélida y desierta taberna, nos fue desgranando la historia oculta, lo terrible agazapado. Nos fue detallando la vida pretérita de cada interno con el que estuvimos haciendo las danzas, cuándo y cómo se torcieron sus vidas, el peso que llevaba cada una de ellos y ellas a las espaldas. El perdón más liberador es seguramente el que nos regalamos a nosotros mismos, con el primer paso de la música, de la danza del alma. Es el que surge con los primeros compases de nuestra naturaleza más divina. Viene acompañado de las ganas incontenidas de hacerlo de otra forma. Las puertas de la misericordia no las abre seguramente ni el mismo Dios, ni el mismo Papa, por grande que sea éste que ahora tenemos. Tienen otros cometidos más importantes. A lo sumo engrasan nuestros goznes. Las puertas las abrirÃamos nosotros mismos, cuando nuestro alma despierta y aflora, cuando nos gana esa vida de servicio, de entrega al prójimo, capaz de acallar el propio dolor por la deuda en el pasado contraÃda. Nuestro mayor “delito†puede ser el mantenernos a la espera de que alguien nos abra las puertas desde fuera. Quizás olvidamos demasiado a menudo que esas puertas de misericordia siempre están abiertas para quien en verdad desea traspasarlas y asumir las consecuencias. Quizás nuestro mayor delito es el de no empujar con la suficiente fuerza y convencimiento las puertas del perdón para con nosotros mismos. Sin ir mucho más lejos, ¿este alumbramiento de artÃculos que trato de cargar de fe y de esperanza, no tendrá también que ver con un intento de poner las cuentas a cero? Sigo escribiendo a la luz de la luna, las palabras de ideales y valores que aún no alcancé a encarnar. ¿Este afán de teclear de noche y de dÃa, no será a la postre un anhelo de que se abran también para quien suscribe las puertas de esa misericordia? ¿Ese poner el GPS en dirección de Teixeiro, no será un deseo de alcanzar, pese a todo, ese año, ese tiempo de particular jubileo? Arteixo 17 de Diciembre de 2016
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