Son acuerdos sagrados que uno establece consigo mismo. Siempre que llega un libro de Daniel Meurois Givaudan dejo todo y marcho con él junto al rÃo. Esta vez sólo llegó un capÃtulo en formato digital, sin embargo pertenece a uno de sus tÃtulos más anhelados, “El testamento de las Tres MarÃasâ€. He pasado la tarde junto al Urederra clavado en la silla de playa, saboreando cada letra, estirando cada una de las lÃneas, con temor de que el breve capÃtulo concluyera. En realidad escribo para seguir con el libro, con el relato imborrable, con Myriam de Magdala y sus compañeras y su Amado, ahora también con vosotros/as… Escribo porque cada quien está obligado a desbordar lo que no le cabe dentro. LeÃa y a la vez pensaba en compartir y cómo hacerlo. ¡Que maravillosa oportunidad la de hacer llegar en segundos a otros/as compañeros/as lo que nos quema entre manos! ¿Qué harÃamos con estos textos que encienden el alma, que empañan los ojos si no pudiéramos compartirlos a través de la Red virtual, multiplicarlos merced a las nuevas tecnologÃas? ¿Qué harÃamos sin esta red más interna y sutil que conecta nuestras almas? Lo que le alcanza a uno/a, al rato ya está cautivando, arrebatando la atención del otro/a. Es quizás la necesidad de compartir lo que nos devuelve, con toda su fuerza, la noción de fraternidad. Primero se sienta Daniel en esa playa con esas mujeres extraordinarias, Jacobea, Salomé y Miryam, pero es que después vamos nosotros con ellos y nuestros oÃdos no se pueden despegar del testimonio único y privilegiado de MarÃa de Magdala. En realidad estamos muchos en el mismo cÃrculo sobre la arena, con fondo de olas mediterráneas. Estamos cogidos de la mano pidiendo silentes al Cielo que ese relato sublime y sus no menos excelsas enseñanzas, no alcancen su punto final. ¿Será mañana nuestro mayor regalo esas playas inmensas, ese fondo de mar, esas historias de eterno, puro y alegre amor que no se acaban nunca…? Dios nos libre de agotar una sola palabra sobre la verosimilitud de lo que viene a continuación. Muchos velos ya se han descorrido. El conocimiento espiritual se derrama ahora a raudales sobre esta humanidad urgida. Si con nuestra aún torpe tecnologÃa, si con nuestros pobres conocimientos somos capaces de grabar con detalle cualquier acontecimiento, ¿qué no podrá la tecnologÃa del Cielo? ¿qué no grabarán los éteres en sus Archivos Eternos? Todo queda reflejado en la Memoria de los Tiempos. Pluma sublime e intención pura por delante, Daniel meritó acceso y reescribe para el buscador de hoy unos evangelios sin licencia eclesiástica y que sin embargo penetran hasta el fondo de nuestro corazón. La nueva Luz no tiene necesidad de llamar a las puertas de Roma, no depende del permiso de purpurados, de obligada conformidad de teólogos y doctores. Sólo el texto de a continuación, que saldrá en unos dÃas a la calle en papel, podrÃa bastar por su fuerza y su belleza, por su aplastante lógica divina para cambiar el rumbo de quienes hacen del cristianismo un “carnetâ€, una afiliación a cierta inercia y del Cristo una estatua petrificada. PodrÃa bastar para poner rumbo a una fe más viva, alegre y consciente, más propia, más emancipadora en definitiva. No en vano desembarcan en nuestros dÃas los más bellos textos, las más bellas historias sobre la arena más fina, las más bellas músicas de las esferas… instando al humano a responder a la hora, invitándonos al despertar acordado. “¿Quién era ese hombre que hablaba del Eterno como de su padre y que daba a las palabras otro color diferente del que conocÃamos?â€, nos podemos preguntar al tiempo que las MarÃas. Os invito a ese cÃrculo en la playa, os animo a que nos tomemos de la mano, os propongo escuchar con reverente atención este testimonio único de MarÃa de Magdala. Os sugiero nos sumemos a ese triángulo de mujeres entregadas por entero, que dejaron todo, todo por seguir Sus Huellas, por compartir Su Mensaje inmortal. De repente aquà calla el rÃo y el agua no ha de sortear roca alguna, se lanza plácida y mansa sobre la playa gala. De repente es el año 50 de nuestra era y aquà se caen todas las hayas y su puja de colores y su otoño en ciernes y se abre desde el refugio de unos pescadores un panorama revelador, inmenso en todos sus sentidos… Somos lo que nuestro pensamiento esboza y ahora mismo, más allá de las barreras que pudieran marcar el tiempo y el espacio, podemos unirnos en un solo corazón, en un solo oÃdo ante las palabras, también sin hora, de Myriam. Arrimaros, tomad asiento en esa arena bendita. Nos rendimos en espontáneo y sagrado ritual de profunda comunión frente al Mediterráneo. La sed se multiplica, los sagrados aros se agrandan, la ancha comunión encarna. La red fraterna, la cadena abierta y crÃstica que ya mentan las “Tres MarÃas†se expande de forma acelerada e inusitada en nuestros dÃas. Brille en el intenso ahora el Norte que ya quedó apuntado. Podamos ser los hijos de los esenios, cobijándonos también entre viejas redes y cuerdas. Podamos manchar nuestros pies de todos sus Caminos de servicio y purificar nuestras almas con su recuerdo intachable. Hacemos esfuerzo para no caer en la emoción de la nostalgia, sino más bien para intentar abrazar el compromiso de entrega de la túnica de lino blanco y su autoexigencia de superación. Somos todo atención escuchando devotos la confesión de la compañera del Ungido, narrándonos cómo conoció al Hijo del Hombre y la trasformación absoluta que obró en sus dÃas. Comienza el relato de Daniel, arrancan las palabras de Miryam… * Para que podáis leer el libro, hemos subido el archivo pdf al servidor de descargas directas y gratuitas "netload". Podéis por lo tanto encontrar el texto como es debido, con imágenes y diseño en la siguiente dirección: http://netload.in/dateiwWz6zBoc7d/testamento-3-marias-cap-9.pdf.htm También lo podéis encontrar en : https://www.facebook.com/koldo.aldai Nos comunican que el libro estará en las librerÃas el próximo 5 de Noviembre. Gracias de corazón a los amigos/as de Isthar-Luna (www.istharlunasol.com) por hacernos llegar tan fascinante y aleccionadora historia y por supuesto a Daniel por sacarla de los éteres y traerla a nuestros dÃas. |
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