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Lejos del debate

Dicen que fue un éxito, que el estado de derecho salió fortalecido. Apuntan los comentaristas que el debate electoral televisado entre Rajoy y Zapatero fue toda una lección de democracia. Por lo visto esa catarata de insultos, descalificaciones, estadísticas infladas a beneficio del interesado y algún que otro argumento peregrino, es un ejemplo de civismo encomiable. No deseamos medir a los dos por el mismo rasero, simplemente apuntar que nadie debiera vanagloriarse de tan poco didáctico y edificante espectáculo.

No hubo ganador, ni vencedor en ese interminable cruce de reproches. El 25/F perdimos todos, al constatar el grado de confrontación de estas dos Españas, por cierto no las únicas. En el plató de IFEMA se escenificó un fracaso colectivo, perdimos todos al observar tanta agresividad exportada al mundo, al contemplar a los líderes nacionales hasta tal grado enzarzados.

Vivimos estos días electorales batallas gratuitamente duras, cargadas de mucha agresividad, para que nadie se pueda enorgullecer de haber triunfado. En medio de todo el destrozo verbal, no puede haber ganadores. Ni siquiera los socialistas se vanaglorien de victorias, después tan tímidas apuestas en el ámbito de la vivienda y la justicia social, de la apuesta por la paz en el País Vasco, de la defensa de la Tierra, de la ampliación de libertades…

Mientras que discurría el enconado pugilato discursivo, la "2" emitían una bellísima película portuguesa sobre una madre, profesora de historia, que junto a su niña recorre en un crucero el Mediterráneo, mostrándole a la pequeña las mil y un maravillas que guardan sus ciudades. Nosotros también acabamos subiéndonos a ese barco. Cada vez nos alejábamos más y más de esa mesa de la discordia nacional. Poco nos ataba a unos discursos agotados. A la hora del ansiado macro-debate nos sorprendíamos a nosotros mismos en medio del mar inmenso abierto y generoso, lejos de la batalla que se libraba en el recinto ferial madrileño.

De vuelta de las pirámides de Egipto, nada había cambiado. Rajoy había desplegado su artillería más hiriente y se permitía al final el lujo de evocar a la niñas españolas que están naciendo y augurarles un futuro de felicidad con él en el poder. Pero las niñas ponen su mirada en otro horizonte diferente, más alegre, creativo y fraterno, que el que promete el jefe de una demoledora y violenta oposición. Navegan por el Atlántico y el Mediterráneo con todos los vientos de la libertad a sus espaldas.

Zapatero aguantó un bombardeo verbal injustificado y arrasador y aún sacó fuerzas, no sabemos de dónde, para concluir ante las cámaras con un discurso de esperanza, imprescindible final de alivio. Si el presidente volcara más al horizonte, si estuviera menos atado a los escrutinios, si incluyera a Itaca en su mapa…, muy probablemente la niña también le haría sitio en su barco.

 
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