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GAZA Y WASHINGTON EN NUESTRO CORAZÓN

Con el genocidio de Gaza morimos un poco como humanidad. Los niños palestinos muertos son nuestros hijos, los hijos de la entera raza, pero venimos de morir también en las calles de Washington. Ante el museo judío nuestro corazón también se ha detenido, hemos dejado igualmente de latir. Allí también se ha derramado sangre inocente. En realidad, ninguna sangre carga con culpa. Nadie puede privar de aliento a otro humano, menos aún a 50.000.

La pareja judía asesinada trabajaba buscando el entendimiento y la paz entre las dos comunidades. Estaba involucrada en el trabajo solidario para con el pueblo palestino. “Esto nunca va a parar si no empezamos a hacer las cosas de modo diferenteâ€, afirmaba el rabino de la sinagoga local. El dolor acerca ya su recompensa en forma de conciencia renovada y acrecentada.

No sabemos de bandos. No tenemos color, no albergamos otra causa que los derechos elementales y más allá de ello la unión diversa de todos los humanos. Por las venas de la humanidad corre una misma y sola sangre. La fraternidad que gestamos carga con todos los dolores de uno y otro lado, por supuesto y por encima de todo, con todos las esperanzas.

 
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