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Plumas ausentes

Hay pronunciamientos que cargan con amnesia en exceso. Hay ruedas de prensa que llegan tarde, como la de los 60 escritores vascos que han pedido la vuelta de los presos de ETA al País Vasco. La reivindicación es justa, sin embargo el recelo asalta; no tanto por lo que piden hoy, que está dentro de la ética humana y por ende de la lógica; no por su llamado a caminar por Bilbao el 12 de Enero, sino por lo que, muchos de los firmantes, no caminaron, por lo que no pidieron ayer cuando la vida estaba diariamente tan amenazada. Sí hay entre los firmantes quienes en el pasado plantaron cara a la barbarie de ETA, sin embargo otros no abrieron boca cuando ésta se desataba.

El silencio aquiescente del pasado pone en cuestión los pronunciamientos de hoy. ¿Dónde estaban estas comparecencias ante los medios cuando el eco de tantas balas, cuando el estruendo de las bombas, cuando el derecho de la vida fue tantas veces conculcado…? Estuvieron ausentes algunas plumas cuando más falta hacían, cuando el más duro invierno, cuando los alientos se segaban por respirar, por sentir, por palpitar diferente. ¿No será el silencio lo que hoy mejor se avendría con quienes ayer callaron? ¿Dónde el clamor de algunos bardos cuando la sangre inocente corría por nuestras calles? ¿Dónde estaban algunos escritores vascos cuando la violencia abertzale golpeó tan duro? ¿Por dónde se extraviaron ciertas plumas cuando el tiro en la nuca en tantas plazas desafortunadas? Ahora vienen estas plumas, pero aún no apercibimos susurro de perdón por parte de los victimarios.

La frontera era la vida y su defensa, no el clan. No se estableció adecuada jerarquía de valores. La pertinaz defensa de la comunidad, pudo en muchos casos más que la defensa de un latido, cualquiera su sonido, siempre sagrado. Faltó coraje para protegerlo. Llegan tarde ciertas plumas. La verdadera solidaridad trasciende el amiguismo. No vimos tanta tinta vertida por la vida sin razón acallada, no vimos rueda de prensa por tanto atropello consumado. No hubo sesenta firmas de escritores vascos tras el asesinato de Yoyes, de Lluch, de Korta, de Uria…, de las cientos de víctimas civiles o uniformadas de ETA.

Pesan todas las noches. Por supuesto las de quienes se hallan tras los barrotes. Pesa la noche de los que hirieron y mataron. Sí, los queremos con nosotros a los presos de ETA. Aquí no sobra nadie para construir la Euskal Herria de la esperanza, la misma del mañana. Los queremos con nosotros, no con la cabeza baja, pero sí con el puño más abierto y el corazón más blando. Los queremos con nosotros con el perdón en los labios o en la mirada..., siquiera con atisbo de sincero perdón en sus silencios. Los presos del hacha y la serpiente también a la calle, pero medie la contrición por el desatino y desaparezca ETA sobre la faz de todos los mapas reales o imaginarios.

Si la cultura vasca en su totalidad, si todos los ahora firmantes hubieran levantado la voz antes, ETA se hubiera seguramente ahorrado algunos crímenes. ETA siguió matando porque el silencio por parte de buena parte de la cultura vasca permitió esa veda salvaje. Si la misma, justa e imprescindible movilización, auspiciada por todo el conjunto de la cultura vasca y el mundo del euskera, que en Donosti tuvo lugar contra el cierre abusivo e injusto de “Egunkariaâ€, se hubiera realizado también para pedir el fin de ETA, la lista de víctimas de su violencia se hubiera acortado sensiblemente.

No basta sentarse a un mismo fuego, o hablar el mismo idioma para hacer causa común. Muchos equivocaron el Rubicón. Éste no puede ser entre la tribu y los de allende de ella. El Rubicón se habrá de dibujar entre quienes defienden la vida y los que la cuestionan o apagan. Los desatinos del pasado no deben necesariamente acarrear largos años tras barrotes lejanos, pero sí el insoslayable “mea culpa†de hoy. La vida segada ayer no implica forzosamente la sombra en el presente. No deseamos ningún preso de ETA en la cárcel, por supuesto que los queremos en Euskal Herria, por supuesto inaugurando todos y todas una nueva etapa de reconciliación, pero abran por favor camino el cabal arrepentimiento, el genuino perdón.

 
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