He terminado con él a las cinco de la tarde. He sacado la hamaca y me he tumbado a dormir una siesta merecida al sol. "Sólo era un hasta luego"… , pero me ha costado un año y medio de trabajo. Después de varios repasos, hoy lo he dado por concluido. "Sólo era un hasta luego", pero estuvo en mi mesa, en mi ordenador, en mi mente, creo que también en mis sueños…, durante todo este tiempo. La culpa la tuvo el océano infinito. Él me invitó, más bien ordenó a escribir este libro. Nadie se chive a la DGT: lo inicié al volante en la autopista de la costa, con una grabadora en mi mano libre. VenÃa de enterrar a mi padre, cuando cerca de Santander divisé el Cantábrico y algo despertó en mi interior. A veces las órdenes vienen con sabor a salitre, no con aire de trompetas. Las olas que una y otra vez retornaban, me reconfortaron en la esperanza tras el luto. Gracias a Dios, en los modernos teléfonos tenemos también una grabadora, o lo que es lo mismo un confesor siempre operativo. Galicia estaba lejos y los secretos fueron muchos. Ahora todos los que conté al aparato, están en este libro. |