Prepararme el té supuso palpar los armarios de la cocina, pero no le quise privar del placer de anfitriona. La hierba regalaba generosamente al agua hirviendo todo su sabor cuando nos iniciamos en la conversación. No sé qué torpe inercia me hizo ponerle mis quejas sobre su mesa, precisamente a ella que habÃa logrado callar la superlativa queja. Le saqué cosas de la aldea. Le hablé del vecino que, como todas las primaveras, ya arranca la motosierra y acaba con mi preciado silencio, ya tritura decenas de encinas para después poner en invierno su ancho hogar como una incomprensible e insostenible sauna… Las quejas se alÃan y atraen unas a otras. No tardaron de llegar por lo tanto los cazadores a la vera del té humeante. Puse a resonar los ladridos de su cercana perrera en medio de nuestra tertulia… Ella no alimentó sin embargo mi inoportuna queja. Su amistad no pasaba por continuar con la espiral de lamentos. Sólo abrió la boca para regalarme la enseñanza que ahora digiero al tiempo que trago kilómetros bajo el implacable sol: “Observa que la Vida te ha acercado a esos hermanos para que puedas desarrollar tu sentimiento de compasión…†Estoy ya a las puertas de la querida Galicia. Voy camino de Fonsagrada donde arrancaremos con la peregrinación. Sé qué bosque ofrece una pista para poder dormir en su corazón. Me meteré pronto en el saco, encogiendo una piernas que no puedo estirar dentro del coche. Me acurrucaré entre los trastos y las cajas y traeré al medio del bosque lejano a los aludidos paisanos. Recordaré que hoy mismo he de volcar toda mi comprensión y compasión sobre el cazador y el amigo de la motosierra. A las puertas de Galicia 14 de Mayo de 2019 www.koldoaldai.org |
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