Los cantos y las invocaciones tragaron todos los silencios allà arriba sobre el cortado majestuoso. El silencio quedó para el camino de ida y vuelta, silencio encogido y a la vez sobrecogido, impresionado. No, no hubo meditación solar, hubo inolvidable cascada de niebla cayendo al valle, hubo saltos de frÃo y de gozo, hubo contemplación aterida, cantos de una y otra tradición, hubo oraciones que pusieron a danzar en cÃrculo a las aves, hubo un momento en que éstas nos sobrevolaron… ¿Qué hacÃa aquél Ãrtico en el arranque del verano? “Gracias por el frÃo más tremendo que he pasado en mi vidaâ€, rezaba una misiva post encuentro enviada desde Sevilla. En el mail también agradecÃan que les hubiéramos señalado la puerta del “paraÃso†en referencia al escenario en que hemos desarrollado el “Llamadoâ€. De suerte que abajo tenÃamos refugio, que en el valle nos aguardaba la casa de blanca lona. De suerte que la fraternidad halló en Artaza ancho cobijo a resguardo de los vientos. Y allà en el marco más protegido del camping y la carpa, pudimos desarrollar el intenso programa del “Llamadoâ€. Allà llegó Alberto Ruz con su América a cuestas, con su testimonio poético y glorioso de toda una vida invertida en el empeño colectivo… Fuimos detrás de sus sueños y de sus caravanas y de sus mil y un iniciativas emancipadoras a lo largo de muchas décadas. Allà llegó Miyo y su constante invitación a ir más allá de todos nuestros lÃmites, su provocación al vuelo por encima de la rutina de nuestro dÃas. Allà llegó Gerardo Said con su reveladoras cuentas cósmicas, su presentación del portal www.redholistika.com. Pero los ojos se inundaron de belleza cuando Marianna Legar (Arboleda de las Hijas de Gaia) y Verónica Sacta (compañera de Alberto) nos permitieron entrar en su mágico cÃrculo de mujeres e impregnarnos de tanta ternura, poesÃa, buen hacer y compromiso. Entre las dos levantaron la carpa y a quienes en ella estábamos a otra esfera. Con sus tambores y sonajas, con su verbo hondo y alma ardiente, colocaron aquel aro sagrado en una elevada expresión de dicha. Shanti y Assun (FBU) pusieron el norte, afinaron la brújula del trabajo colectivo. Abundaron en la importancia de los trabajos de acercamiento al sol. La Paneurritmia nos empujó de nuevo a otra dimensión de sonidos sublimes, de movimientos mágicos, de armonÃa celestial. Selene llevó el júbilo de la danza al ancho prado. En realidad fuimos más lejos, fuimos danzando por el mundo sin movernos de ese cerco entre las encinas. Israel, Macedonia, Irlanda… vinieron a nuestros pies, a nuestro corazón ya tocado. Por su puesto también danzas de paz universal a cargo de Victoria en ese anhelo de fundirnos con las diferentes tradiciones del espÃritu. Con Saya (Sahnti Rubio) hubo quienes “salieron a la cazaâ€, cada cual, entre aquel tupido verde, al encuentro de su animal de poder. Con Domingo DÃaz los caminos se desandaron, tras las huellas del Maestro entre maestros, tras las múltiples rostros de Jesús el Cristo. En Saludarte, Saraswati rasgó con honda devoción oriental su guitarra y los amigos/as de Leku abrÃan su cÃrculo de oración y canto a los participantes del Llamado.
Pero el momento solemne llegó cuando las hermanas de la Arboleda anclaron su laberinto solar en la noche del sábado. Los centenares de cirios nos hicieron olvidar si caminábamos la tierra o nos habÃan dado ya pase a otras superiores geografÃas. No supimos por dónde dimos vueltas, dónde nos buscábamos. Quizás deambulamos por la plaza de Artaza, quizás hollamos un césped que ya no era de este mundo. El grupo Sarva y sus suaves mantrams terminaron de soltar las últimas amarras que, junto a aquella sobrecogedora luminaria, aún nos ataban a la tierra. De suerte que en último momento descargó la tormenta. El agua que habÃa aguantado durante todo el fin de semana se volcó justo tras el cierre de la ceremonia del domingo por la tarde. De suerte que cayó aquel diluvio, por que sino quién hubiera abandonado aquel cÃrculo, aquella piña de centenar y medio de almas. De suerte que nos alcanzó el fuerte chaparrón, porque sino quién hubiera encendido los motores, quién hubiera puesto rumbo a su destino, tras vivir tan intensamente ese Otro Destino, ése que tejemos unidos/as cuando llama el Sol, cuando nuestros corazones se entregan por entero. Si es voluntad del Cielo, volveremos juntos/as al Sol, con bufanda al cuello y manta a la espalda, con nuevos cantos en los labios, con nuevos hermanos a nuestra vera. Volveremos al cortado majestuoso, cuando el verde enseñoreado, allà al rayar la alborada, allà de nuevo enmudecidos por la belleza infinita, allà a renovar juntos la nueva, la eterna hermandad. |
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