Una anciana tiene también derecho a sortear las últimos y trascendentales cuestiones. Se entrega sin mayores interrogantes. Suelta amarras sin necesariamente saber a dónde enfila la proa post mortem. Sencillamente estaba confiada. HabÃa obrado poniendo el prójimo por delante, dejándose para ella el peor trozo de la carne y por ello, se sabÃa en los brazos del Inombrable. Su mente siempre estuvo ocupada por quienes necesitaban compañÃa, ayuda, consuelo. No le preocupaba lo más mÃnimo a dónde le llevara el Dios de la vida y de la muerte. Las últimas preguntas merodean seguramente a quienes no siempre nos pusimos a la cola en el reparto, quienes pensamos en exceso en nosotros mismos. En la medida de que nuestros puntos escasean nos rompemos la cabeza con cálculos de probabilidades. Por mi parte me sigo haciendo últimas preguntas, sobre todo los domingos a la mañana, pues ya no tengo esa mirada desbordada de generosidad, esos ojos cargados de amor que en realidad me las respondÃan. Seguramente me sobra mente y me falta corazón para atender a los últimos y supremos interrogantes. He estudiado con detalle el mapa del más allá, he escrito incluso libros al respecto, pero no sé aún de la dirección de mi postrera proa. Sólo pido al Misterio sin nombre, en algún momento de la eterna singladura, poderme tropezar, siquiera un instante en esa alta e ignota mar, con esa mirada diáfana, sin interrogantes que me dio tanto. Coruña 7 de diciembre de 2025 www.koldoaldai.org www.velouriz.org wwww.aroa.eus |
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