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Orar entre pucheros

El olor de ese café tan privativo inundaba de buena mañana la fría cocina de la casa de madera. Las prisas de primera hora se tragaron las plegarias de todos los días. Hoy descubrí que se puede también rezar afilado cuchillo en mano. Me detengo con las gracias en la muda garganta del alma, ante el pan recién hecho, molde amasado con cariño y cocido en horno de leña por buenos amigos.

Cada rebanada es el verso de una oración improvisada. Quiero seguir rezando hasta el postrero instante cortando rebanadas de devoción y buena miga. Trabajo para la Madre, que también es el Padre, cuando pongo conciencia y amor sobre la tabla de cortar, sobre el escenario más ancho y a veces intenso de la vida.

Trabajo para el Plan cada vez que llevo la armonía, la responsabilidad, la belleza hasta el más nimio de los actos. Trabajo para la Trama divina también entre el ruido de cazuelas, cuando logro parar mi ruido interno, cuando me entrego al instante sagrado, al fin último de llevar el mejor bocado, el más sano y responsable a la boca de mis hermanos. Trabajo para el Padre que también es la Madre, cada vez que me entrego a la Vida envuelta en exquisitos humos, cada vez que pongo toda mi ternura y reverencia sobre la gastada tabla de madera, sobre el siempre renovado instante, ahora único e irrepetible en mitad de este anciano y entrañable bosque de primavera.

 
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