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Se encuentren, no se maten

¿Conocerá ese desierto algún día la primavera? ¿Cuánta sangre manará hoy? ¿Cuántos cuerpos caerán este martes doblados sobre esa tierra ardiente y disputada? ¿Conocerán las nuevas generaciones de uno y otro bando, un respiro, un oasis de paz? ¿Cuál habrá de ser el tamaño del dolor para que los humanos se encuentren y no se maten? No más ruedas a las casas... ¿Para qué mover los edificios? ¿Qué más dará una embajada en un lugar u otro? Todos los lugares son sagrados, sobre todo si son compartidos, si sirven para el encuentro y no para la disputa. Cincuenta y ocho muertos sólo en el día de ayer es un caro precio para el último capricho de ese megalómano rubio que se considera tan poderoso…

¿Qué importa dónde ondea una bandera, qué vientos de abrasador desierto la marean? ¿Qué más da dónde duermen los edificios? Lo que importa es dónde y cómo viven los vivos. Cómo acaban con sus odios ancestrales, cómo comienzan a caminar unidos, cómo inauguran, de una vez por todas, un nuevo y anhelado tiempo de paz en esa Tierra tantas veces santa y bendita ...

 
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