Al huir de los blancos y negros banderizos, del argumento reduccionista y por lo tanto poco atinado, las trincheras decrecen. A la postre, quizás no existan izquierdas ni derechas ante la mirada que apura ecuanimidad. Todos constituirÃamos humanidad que camina, a menudo renqueante, hacia su superior meta de liberación integral, hacia su horizonte más solidario y fraterno, armonioso con la entera creación. La complejidad del momento que vivimos demanda desechar nuestros manuales caducos, por supuesto nuestros doctrinarios de desfasada “gauche divineâ€. La izquierda habitualmente abre más la puerta, recuerda más al último, al explotado, al perseguido. Late dentro de ella un corazón más solidario, pero su pertinaz materialismo le hace perder la fe y se resiste a abrazar valores que nunca caducan. Bajo nuestra gabardina “progre†se fueron cayendo retazos de recuerdo necesario, precipitando mucho olvido de nosotros mismos y nuestro origen excelso. La izquierda por el contrario coloca más placas solares sobre su tejado, cultiva con menos quÃmica, se muestra más sensible en la defensa de la Tierra nuestra Madre. Apuesta más firmemente por lo renovable y sostenible. La derecha representa en términos generales más ombligo, más circuito cerrado, más ensimismamiento. La derecha moderada, civilizada, auténticamente demócrata quizás contribuya no obstante a su manera al progreso humano, en la medida que se erige como custodia de valores e instituciones permanentes, inmortales que no varÃan, que también necesitamos para hacer “mañanaâ€. El avance humano no debiera implicar siempre un derribo de lo pretérito. Sin embargo, la nostalgia deberá ceñirse al bien colectivo llamado a perdurar y no al privilegio. Los "conservadores" son los defensores de principios para los que no pasarÃa el tiempo. Nos referimos a cuestiones polémicas como el género, la familia, el aborto, la eutanasia..., siempre y cuando la defensa de los valores tradicionales, al tiempo que de largo recorrido, se hagan de una forma amable y razonada, nunca agresiva e hiriente. La derecha ha gustado de la prebenda y aficionado al sable, ha acampado históricamente a la vera de los cuarteles. Demasiado a menudo acabó con “la partida†a sangre y fuego. Hoy en España por ejemplo, la "Brunete" no rueda por el asfalto, pero asusta el calibre del insulto y la descalificación de quienes hacen del ayer baluarte, también frecuentemente de quienes corren desbocados hacia el mañana. Preocupa un repliegue de Europa sobre sà misma. Inquieta ese blindaje excesivo, esa doble llave en la cerradura de nuestra puerta colectiva, ese olvido de la suerte de los hermanos más desafortunados. El progreso de la derecha nos habla de ello. Sin embargo, tengamos igualmente la suficiente apertura y flexibilidad de miras para intentar comprender ese cierto hartazgo de la “cultura progreâ€, que no necesariamente “wokeâ€, que con tantas máximas superiores ha arramblado. Alguien nos recuerda, a veces con falta de atino, que toda vida es sagrada, que la familia no se improvisa, que el género no se cambia al tiempo que la muda; que el “nasciturus†tiene sus derechos y el lecho dolorido de los últimos dÃas su razón profunda. Nunca olvidemos actualizarnos, leer los cambiantes mapas y sus evoluciones. Izquierdas y derechas eran también pasajeras. El nuevo mapa polÃtico europeo nos invita a la reflexión y superación de caducos y maniqueos esquemas pasados. En el adversario a menudo estaba el complemento. No dejemos escapar y dejar de observar aquello que de liberador y emancipador unos y otros pueden ser portadores. |
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