En medio del relato duro al tiempo que apasionante, lo que más me llamó la atención fue lo referido a las redes y artes de pesca. En un principio las redes eran de lino. A veces las bañaban en resina para hacerlas más resistentes. Luego fueron de cáñamo, después de algodón y por último de nylon. Antes del nylon habÃa un puja más equilibrada con el reino animal. Muchos peces se escapaban. Bien se escabullÃan en la propia malla al ser más pequeños, bien incluso la rompÃan con su fuerza. Para la localización de los bancos de pescado el hombre se servÃa de su ingenio. Observaba los alcatraces cuando se lanzaban en picado sobre las aguas en busca de alimento. También estudiaban los suelos. Dejaban caer una piedra atada con una larga cuerda. Esa piedra tenÃa una base plana que untaban con sebo. SumergÃan la piedra y según el tipo de restos que traÃa, sabÃan sobre qué tipo de suelo marÃtimo estaban y por lo tanto qué tipo de pescado abundaba. Cualquier tiempo pasado no fue mejor, pero sà de más armonÃa con la naturaleza, de equilibrada coexistencia con el reino animal. Las redes de nylon se convirtieron en jaula sin escapatoria. Irrumpió el desequilibrio. Nada dejaba pasar ese mortal derivado del petróleo. Si a eso le añadimos la localización de los bancos de pescado por medios electrónicos, el desastre ya estaba cantado. La tecnologÃa sustituyó al arte, la pantalla plana a la destreza, la depredación a la cohabitación y el equilibrio. En realidad lo que ocurre con las artes de pesca, acontece en todos los ámbitos de la actividad primaria. Hay un momento en que el desarrollo comienza a nutrir más a la codicia que a la necesidad. La mente humana inventa hilos de nylon u otras “técnicas avanzadasâ€, que indudablemente le reportan más rápido beneficio, pero que acaban con la armonÃa y sostenibilidad imprescindibles. El nylon reforzó las redes, pero rompió ese equilibrio vital. Escribo desde el Faro donde se acababa el mundo. A mis pies un océano que semejara infinito y sin embargo tiene los peces y sus variedades contadas. Volvamos a esas inmensas aguas con nuestras redes de algodón o cáñamo. Si las lanzamos de nylon, que sea para el sostenimiento de una vida humana austera y responsable. Volvamos al océano, pidamos permiso cada vez que lanzamos la redes y seamos agradecidos cada vez que las recogemos. Que no perdamos el sentido de la medida, que las embarcaciones regresen sin sobrepeso. Seguramente no podemos olvidarnos ni del radar, ni del hilo de nylon, pero que estos instrumentos no propicien el abuso, sino el uso consciente y sostenible. La superioridad mental humana no se utilice para explotar el reino animal, ni el vegetal, ni el mineral. Nuestra mayor evolución revierta, más pronto que tarde, en cuidado de los reinos que nos preceden. Asà sea en reverencia de cuanto late, asà sea para la continuidad de la vida una por los siglos de los siglos… 13 de Junio de 2014 www.KoldoAldai.org |
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