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Maestro dolor

Vino de imprevisto, cuando menos lo imaginaba, sin el detalle de un aviso previo. Pero yo sé que tal como vino marchará en cualquier momento. Siempre acaba un día marchando, devolviéndonos merecido alivio. Había tirado todas las medicinas, anulado las citas médicas, suspirado en paz…. Pensé que había partido para siempre. Ahora irrumpe sorpresivo con la misma fuerza de un comienzo.

Volveremos a trocar su presencia por errores pretéritos. Volverá la oración a los labios bendiciéndolo mientras que permanezca en casa, animándolo a marchar a poco que la Ley lo permita y la deuda esté saldada. Lo ofrendo para contribuir humildemente también a la sanción de otro dolor más ancho y compartido, más inmenso y desbordado, el sufrimiento planetario.

Me consta que nunca viene de capricho, nunca nos alcanza por antojo. Sé que tiene su razón de ser y aguijonearnos en precisa y exacta medida. Desconozco las razones más ocultas, se me escapa la causa primera. Ignoro por qué llama intempestivo a la puerta, pero se la abro y le doy de corazón la bienvenida, es el viejo hermano que aún nos acompaña, el inconfundible maestro que conocemos como dolor. Todavía le necesitamos para poder crecer, purificarnos y evolucionar. Podamos cuanto antes despedirle agradecidos/as, prescindir de su presencia siempre incómoda, siempre sagrada.

La casualidad no existe. La buena o mala suerte es puro invento humano. Dios no acostumbra jugar a los dados.

Tren Alsasua-Donosti, sábado 27 de Octubre de 2018

 
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