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Valientes en Parlamento*

¿Tribuna o patíbulo político? Daba igual pues la dignidad no deja a menudo margen de elección. No vaciló. Coraje hasta el último instante, hasta la firma de su sentencia. Había ampliado al máximo el arco de eventual participación en la ponencia por la paz, incluso para dar paso a quienes no han condenado de forma rotunda la violencia. Había logrado concitar al diálogo incluso a quienes la desean fuera del ruedo político. ¿Qué cuenta la disciplina ante el dictado de la conciencia, ante la posibilidad de unir tantas y tantas voluntades por un afán de pacificación? La política nos regala de vez en cuando estos alardes de coherencia y valentía.

Es natural que los partidos constitucionalistas que se van a sentar a dialogar pidan previamente la condena de la violencia que acabó con compañeros de sus formaciones, pero Ezenarro y los otros dos disidentes de Aralar, aún sin condicionarlo todo a esa condena rotunda, lograron una puerta medio abierta a la izquierda abertzale. El partido exigía sin embargo puertas de par en par.

Desapego de mullido sillón parlamentario que les enaltece. Se nos va Ezenarro. ¿Qué pasa que los políticos integradores no tienen espacio en el escenario de nuestros días? ¿Qué pasa que se van los que logran concitar el mayor número de voluntades de uno y otro signo? La historia la hacen las valientes. Se ha saltado la disciplina del partido, pero ha unido a casi todo el Parlamento vasco. La bronca llegó más tarde, pero ya poco importaba. Importa estar en línea con la conciencia, menos con los estatutos de la formación…

En el seno de Aralar Ezenarro y sus dos compañeros Basabe y Erostarbe han sido firmes ante la necesidad de que la izquierda abertzale condene sin paliativos la violencia ejercida por ETA durante cinco décadas. Ésa es la condición que planteaban para integrarse plenamente en Amaiur. Han mantenido un disenso sin tacha, dignidad de no manifestar discrepancias de puertas para fuera, hasta el instante ya inevitable, hasta la hora del patíbulo. Dignidad de tragar y guardar silencio. ¿Es tanto pedir condena rotunda de tanta violencia si en el futuro han de ir de la mano? Es tan alto ese mínimo exigido.

Unidad sí pero no a cualquier precio. La unidad tiene unos mínimos éticos indispensables. No hay borrón y cuenta nueva si se quiere avanzar en una auténtica reconciliación. De ahí el silencio, de ahí la distancia, de ahí la sentencia de muerte política del día pasado. Sumar votos puede ser más fácil que mantener una ética irreprochable. Ezenarro y sus compañeros parecen tener los días ya contados en Aralar, pero les ha sobrado precisamente lo que les pide el partido: ética. Han concluido que es más importante la impecabilidad, en este caso el pedir esa condena rotunda a sus entonces eventuales compañeros de formación, que el ascender en los próximos escrutinios autonómicos.

En los tiempos en los que todo en política está supeditado al voto, este gesto indudablemente les honra. Hemos perdido quizás a una política impecable, pues Aralar ya no les permitirá renovar como candidatos a ella y sus compañeros disidentes, pero hemos ganado en calidad de política, en la entereza y ejemplaridad que han testimoniado estos parlamentarios. Su conciencia les empujara fuera del Parlamento vasco, pero a nosotros/as nos costará olvidar su ejemplo.

* Aintzane Ezenarro y sus dos compañeros disidentes de Aralar lograron ayer un consenso absolutamente inusual en un Parlamento vasco tan fracturado. Lograron aunar a casi todo el espectro político para dialogar por la paz y la convivencia en el marco de una ponencia que se pone en marcha. Ello les ha costado sus cargos de parlamentarios por la formación Aralar. Más información en toda la prensa digital de hoy.

 
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