Su padre, Alberto Bachelet, militar de carrera, era masón y muy probablemente de él heredó Michelle ese amor por la libertad, por la justicia social, por el servicio público ajeno al interés personal. Su padre murió en una prisión de la dictadura. Ella misma sufrió torturas y sin embargo, cuando llegó por primera vez al poder de la nación en Marzo del 2006, evocó un Chile en el que hubiera un sito para todos. Su gobierno estuvo centrado en el logro de mayor equidad e inclusión social en el paÃs. Como es arriba es abajo. Tienen los pueblos los mandatarios que merecen. Goza Chile de la mirada tierna y a la vez firme y correctamente enfocada de esta mujer que ha atravesado victoriosamente sus iniciaciones y laberintos de los exilios de Australia, Alemania, EEUU… Vemos a un Chile a la cabeza. Ya lo estuvo en su dÃa cuando llevó a Allende a la jefatura de la República, cuando el socialismo democrático y cargado de pureza, belleza y promesa ensayó el gobierno de la nación. Fue hasta donde les dejaron, fue muy poco, pero retornan los mismos valores con renovada fuerza. Ahora ese mismo impulso actualizado toma el relevo. Ahora los mismos principios de libertad y mayor justicia social no tiene ya quien los sepulte, bota militar que los aplaste. La historia sabe aguardar el momento preciso para calentar motores y tomar de nuevo vuelo. Los tiempos que marca la evolución de los pueblos no son necesariamente nuestros tiempos. Siempre acaba inundando la claridad, triunfando la verdad, siempre amanece hasta en los totalitarismos más férreos, hasta en las geografÃa más australes. Bachelet está de vuelta en Chile. Viene de las Naciones Unidas, de defender la causa de las mujeres del mundo. Vuelve para quedarse. Ahora repite como presidenta, ahora también nuestro apoyo. |
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