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El hombre sin grietas

Calentábamos los dos ayer a la noche nuestras  manos  junto al fuego en medio del bosque y el temporal inmisericorde que le azotaba. Arrimábamos también corazón a las llamas,  compartíamos anhelos y proyectos en vez de sopa de calabaza o chocolate caliente. Había  estado  todo el día fuera, en una construcción acarreando piedras en medio de una muy severa climatología. Le dolían las manos y la espalda del peso soportado y sin embargo exhibía esa misma y perenne felicidad y alegría. 

No diré su nombre. No puedo. No le dan  la ciudadanía a quien es ejemplo ciudadano. Cuando le conocí hace ya más de un año, pensaba que esa  sonrisa, ese espíritu siempre  positivo eran sólo tarjeta de presentación. El tiempo fue  pasando y demostrando junto a la equivocación, la fortuna de su amistad. Estuvimos  mano con mano  trabajando duro, construyendo esa cabaña de madera que ayer nos  cobijaba, ayudándole  muy poco también  con la  suya. 

Pese a sus jornadas interminables su  sonrisa nunca, ni por un instante se apeó. No olvidaré la sola linterna en mitad de la cerrada oscuridad que iluminaba aquel bricolaje tan devocional como interminable. Trabajaba  noche y día para crear un hogar cálido para su amada que atravesó también ancho océano y desembarcó en la cabaña de al lado, justo ahora hace un año. Jamás  una palabra de cansancio, de desgana, de abatimiento. 

A lo largo de todos estos meses ha cogido en la comarca los trabajos que nadie quiere. Ha limpiado cuadras, hundido las piernas en el estiércol de  inmundos establos, ha llenado leñeras, ha segado los enormes campos, subidos a los andamios que movían los mismos y provocadores vientos... Cuando llegaba siempre de noche, sudoroso, agotado a la comunidad  tras  jornada agotadora, nos volvía a obsequiar su sonrisa redonda, entera, admirable. 

Yo le  llamo el “hombre  sin grietas”, porque no se las he encontrado, por más que le he observado. De seguro que las tiene, porque sino no habría  vuelto a la escuela de sonrisas y corazones limpios que constituye  esta  tierra, pero deben de estar bien escondidas. En las situaciones más límites y delicadas no han aflorado. Siempre discreto, siempre prudente y equilibrado, siempre  elogioso de los demás, jamás una  palabra negativa del prójimo  en medio de la  vida siempre intensa y azarosa de la comunidad. 

El “hombre sin grietas” es ejemplo, es buena nueva y por eso lo  traigo a este muro. Espero que no se entere. No me lo perdonaría. 

+ En al imagen, comunidad de O Couso donde las cabañas.

 
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