Política y paz | Una sola humanidad | Espiritualidad | Sociedad | Tierra sagrada

Sesenta tacos

La vida va desfilando. El blanco va cobrando su creciente cuota en la cabellera. La montaña requiere su esfuerzo añadido. La azada clama más pausas. La geografía corporal del achaque se va extendiendo… La última hora no nos sorprenda sin balance. Hay que apuntar las faltas en rojo, también cuando desde Arriba nos guiñaron. Hay que comenzar a rendir cuentas. Quizás ante algún nombre propio, pero sobre todo ante la Vida y ante nosotros mismos. ¿Hemos hecho uso adecuado de este privilegio de encarnar una vez más en este planeta bendito? ¿Hemos rendido con los dones otorgados?

No hubo hojalata por techo, ni apenas hambre por desafío. Sólo una vez, muy joven, muy lejos de casa hube de robar comida, por eso hoy he de abultar la limosna. La humanidad es una y además no sabría volver a aquel supermercado de Roma. Hace ahora sesenta años que dos seres entrañables, unidos por un amor profundo, unos valores sólidos y una fe arraigada, me trajeron a una ciudad con una bahía de ensueño. ¿Fabulosa herencia malgastada? Sesenta tacos y aún el catecismo primordial de la Vida sin memorizar, aún los días sin terminar de entregar, aún escondiendo la mejor ración para uno mismo.

Quiero abordar el último tramo con más olvido de mí, con más comprensión, más compasión, más paciencia. No soy aún uno con mi alma y por eso ignoro el mañana. No tengo ni idea del último aliento, pero Dios sabe que no lo temo. Ahogo ese anhelo de final, porque quiero superar el cinco raspado, quiero ganar más paz, pureza y entrega; quiero devolver multiplicadas aquellas dos latas hurtadas. No sé hasta cuándo me acompañará este cuerpo colmado de goteras que nunca agradeceré lo suficiente. Por lo menos las Enseñanzas sirvieron para fulminar los temores de la vida postrera, también la verdadera. Sólo temo presentarme ante el Inombrable con estos pelos, con estas manos tan vacías, con este historial tan manchado, con este orgullo y egoísmo tan soberano.

Cada vez levanto más el acelerador y miro más por retrovisor. Cada vez pido más al Cielo no olvidar todos los errores cometidos. Entiendo el olvido, la página en blanco cuando nos disponemos a vestirnos de nuevo de carne, pero reste algún eco de lo aquí aprendido. Si de algo estoy seguro es que a la próxima no será aprobado tambaleante, que lo haré mejor o lo que es lo mismo más desprendido. Desde ya pido ahorrarme las mieles del más allá si es que las mereciera. Pido pronta vestidura, rápido retorno a este fragor de la Tierra que es el único que nos permite crecer y progresar en la escalera de oro. Levantaré menos el puño, abrazaré con más alma, teclearé más suave, amaré más tierno…

 
   |<  <<    >>  >|
NUEVO COMENTARIO SERVICIO DE AVISOS

 
  LISTA DE COMENTARIOS