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EL GRATO CAFÉ DE LA MUERTE

Tomemos un café justo de azúcar, hablemos de la muerte con mínimo también de conceptos pasados, de condicionamientos. Reunámonos en una sala ancha, sin tabiques de separaciones físicas, mentales, espirituales. Abundemos en la muerte para celebrar la vida. Fijemos una cita calma en medio del movimiento para abordar nuestras cosas más allá de este tiempo.

La invitación está a la orden del día y ha llegado también a nosotros. El tabú de la muerte en la hora de la transparencia y comunicación sin fronteras tenía los días contados. La frustración, la rabia, a veces la culpa… buscaban más allá del recurrido y ancestral altar; exploraban un refugio más participado. Anhelaban desembocar en un círculo de fluido intercambio, de mayor y mutua comprensión. Cada vez en más lugares se explora las capacidades de la comunidad para el cuidado colectivo de las personas al final de su vida y la de sus familiares. La red humana era también para acoger a quien se hallaba en caída libre.

Quizás el luto severo se podía sortear en amigable tertulia. Quizás los “death cafés” estuvieran en nuestro calendario colectivo de creciente emancipación colectiva, de superación de las ataduras mentales pretéritas. En los cafés de la muerte no había ponzoña que nos llevaba al “otro barrio”, sino recursos para afianzarnos más honda y vívidamente en éste. El “death café” es un grupo organizado de discusión sobre la muerte sin un guión predeterminado ni objetivos concretos. Se pretende hablar libremente de ella mientras se toma un café y un bizcocho. La confidencia y el mutuo respeto son las únicas reglas. Se trataba de un día comenzar a caminar más unidos y unidas tras los grandes interrogantes de la vida y su ocaso. Ese día felizmente está llegando. Por eso tantos cafés en los que se intenta ir a lo profundo de nuestros sentires, se pretende encarar lo vital de nuestra existencia en la tierra, se agita lo que más nos remueve en nuestras entrañas.

La sotana debía caminar lo justo por los andurriales más horizontales y participativos de la modernidad. Al sacerdote, al gurú, al chamán… le otorgamos un día una autoridad espiritual que más pronto que tarde debíamos empezar a recuperar. Cedió el tiempo en el que otros ocupaban nuestro soberano lugar, suplantaban nuestro interno ministerio, respondían a nuestras preguntas vitales, a nuestros dolores arraigados y ausencias inevitables. La doctrina imperante ya dio de sí. Culminó su recorrido en un intento de apaciguar unas almas que hoy reivindican su protagonismo por ejemplo en un círculo abierto, espontáneo y gratuito.

Afirma la promotora de “death cafés” y “death doula”, (persona que acompañan a alguien a morir) Ana Vidal Egea que el movimiento se ha expandido a 81 países. En ellos se han celebrado más de 13.675 “death cafés” hasta el momento. En España se han contabilizado ya más de 330 de esas reuniones. Al final del recorrido de las ideologías y las religiones, por lo menos como cotos blindados y cerrados, el humano estaba destinado a enfrentarse desnudo a las grandes cuestiones de la existencia. Quizás necesitáramos cuestionar dogmas arraigados, despojarnos de convicciones importadas, desetiquetarnos, desclasificarnos para charlar en primera persona sin prejuicios, a corazón abierto de lo esencial. El movimiento del “death cafés” ha arraigado con fuerza también en nuestra geografía. En Gipuzkoa se han contabilizado cerca de 15 el pasado año, con un cómputo histórico total de alrededor de 35. Poco a poco va creciendo además el número de congregados en torno a ese café pausado y diferente.

Las asociaciones “zainBIZI” en Orio, “Almaur” en Elgoibar, “Bidegin” en Donosti… son sólo algunas de las que con sumo cuidado “tuestan” y preparan estos singulares cafés. Igualmente, las denominadas “Comunidades Compasivas”, destinadas al cuidado y prevención del duelo complicado, han desembarcado con parejo interés en muchas localidades de nuestra geografía. La jornada que, apoyada por nuestras instituciones, tendrá lugar el primero de Marzo en el Museo de San Telmo y que lleva por título “Cuidándonos al final de la vida”, tienen que ver mucho con el creciente y aludido movimiento.

Erraríamos si observáramos el movimiento de los “death cafés” sólo como una nueva moda más, como un producto progre pasajero y no viéramos una clara tendencia de futuro, una propensión a tomar más firmemente las riendas de nuestro propio destino. Podíamos enfrentarnos a lo desconocido con un café en la mano, no exclusivamente con un rosario o un mandala. A veces no era saber más sobre el más allá, sino acercarnos más al otro en el más acá para explorar lo desconocido, lo que nos desborda y a veces angustia. No en vano la comunicación franca y amigable es el primer paso de la anhelada sanación.
* Los datos de Gipuzkoa han sido amablemente facilitados por Amaia Gozategi de Zainbizi

 
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