Fueron agotadoras, pero ya añoro esas alturas, esas soledades. Vuelvo al mundo después de seis dÃas peregrinando por la montaña. Atesoro dentro un silencio, una paz que se esfumará a nada que pulse el “play†de la tele o abra los periódicos digitales; a nada que me quiera poner de nuevo “al dÃaâ€, pero es arriba, en medio de esa imponente soledad, donde estaba al dÃa, consciente, despierto, sobre todo inmensamente agradecido. Servir abajo y mirar Arriba. Permanecemos en este mundo, pero no queremos ser de él, queremos ser de ese otro en el que los números y los algoritmos sirven a la vida y no al miedo, en el nunca callan las cascadas cristalinas, en el que la naturaleza nos rodea en todo su esplendor. Anhelamos un mundo en el que nadie se pelee por gobernar, en el que volvemos a respirar paz y mutua comprensión, a vivir por fin como hermanos. |
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