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Ensanchar la solidaridad

Retumban ya por doquier los tambores convocando a la huelga general. Sube el tono de voz del llamado, pero nuestros interrogantes no tienen quién los atienda. ¿El nuevo y cuestionado marco laboral lo diseñan los populares o los centros de poder de una economía mundial que los sindicatos no acaban de cuestionar? Nos gustaría unirnos a la huelga cuando éstos clamen por los árboles y por los ríos, por la tierra y los aires. Nos gustaría sumarnos a esta huelga cuando los sindicatos dejen de ser también uno de los pilares de este sistema que sobreexplota la naturaleza; cuando comiencen a cuestionar la depredadora espiral de más y más producción y consumo.

Ya recorrimos todas las avenidas, ya sostuvimos todas las pancartas, ya completamos nuestro cupo de kilómetros empecinados a la contra. Ya sólo nos queda edad para sembrar y construir, para cimentar el nuevo mundo basado en el cooperar y el compartir, no para parchear el que tiene los días contados. Nos gustaría unirnos a esta huelga cuando los sindicatos cuestionen la agroindustria, las factorías deshumanizadoras, las minas que sangran la tierra, los barcos que acaban con la vida en las aguas...; cuando los sindicatos miren más allá del bolsillo y el poder adquisitivo de los trabajadores; cuando hagan suyo el sufrimiento de quienes en el Sur no tiene qué llevarse a la boca. Es un modus vivendi caducado, es una civilización supinamente egoísta, es una economía codiciosa sin más objetivo que producir y ganar..., los que están llamados a ser cuestionados, no sólo un marco laboral que se escribe más en Londres y Pekín que en Madrid.

Sí, hubo un tiempo que merecía soñar con los sindicatos. Era cuando arriesgaban y clamaban en justicia, era cuando los ideales eran elevados y además caros, era cuando la vida se iba con esos ideales... Un nuevo coraje ha de surgir no ya para adherirnos a la fuerza de las clases trabajadoras, sino a todas las fuerzas que en el mundo están haciendo ya realidad una economía alternativa, una banca ética, un comercio justo, una producción respetuosa con la tierra y los humanos; nuevo coraje para unirnos a todas las fuerzas que en verdad quieren aportar un producto útil y necesario, ecológica y humanamente responsable, no a toda costa y por cualquier medio, obtener un beneficio.

¿Quién sale a la calle por la vida que a cada instante apaga una economía insaciable, un sistema voraz que también consolidan los sindicatos? ¿Quién toma megáfono por toda esa vida que calla y se va para siempre a causa de nuestro consumo desaforado y desnortado? Resuena tan tímidamente el 29M en nuestros adentros. Dicho sea sin acritud, poco nos atrae la economía de este gobierno, pero tampoco la de los sindicatos. Se observan diferentes criterios, ahora concretamente con respecto a la flexibilidad laboral, pero sustancialmente estamos ante una pareja lógica productivista, ante un mismo sistema económico insostenible.

¿Satisfechas todas las justas reivindicaciones, quedarán interrogantes, restarán cuestiones pendientes? Necesitamos un latido más fuerte para salir a la calle, para llevar sus pancartas, para sumarnos a sus consignas que mucho niegan, pero que no sabemos qué aportan. Nuestros sueños no terminan de entrar en sus plásticos producidos en serie desde la central obrera. En sus siglas no hay quien meta todas nuestras aspiraciones. Nuestra esperanza está puesta en las encrucijadas del mañana, cuando la economía abusiva llegue a su fin y esos grandes interrogantes afloren y alcancen no sólo al gobierno, sino a cada uno de nosotros mismos. Al fin y al cabo todos/as somos responsables de dónde ponemos nuestras manos, nuestra mente, nuestra fuerza de trabajo, nuestro tiempo.

Dignidad y claros derechos de los trabajadores por delante, ¿tiene tanta trascendencia un marco laboral general, que al fin y al cabo no dicta este gobierno, sino una economía libre y globalizada? Nos importa más la implementación paulatina y a creciente escala de un nuevo marco de relaciones solidarias entre los agentes de trabajo, entre los agentes de comercio, relaciones solidarias con el Sur, solidarias a su vez con cuanta vida nos rodea… Vamos a la calle por la tierra devastada, por los campos y los aires envenenados, por nuestros bosques heridos, por nuestros mares esquilmados. Vamos a la calle por la gente que no tiene en otras geografías sus más elementales necesidades satisfechas. Vamos a la calle a cuestionar este sistema materialista que ha roto todo el equilibrio y la armonía que siempre ha reinado en la Madre naturaleza. Vamos a la calle por los ideales que importan, más allá de cortas reivindicaciones que nos limitan.

Solidaridad obrera con cuanto brota, respira, palpita, nada, vuela... Solidaridad obrera con cuanta vida sagrada late aún a nuestro alrededor. Solidaridad con los que no tienen nada, con los que aún nada son, porque aún ni siquiera han latido, ni siquiera han nacido.

 
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