¿Por qué será que cada vez resuenan más lejos todas esas proclamas que sitúan absolutamente todas las responsabilidades, todas las culpas fuera? ¿Dónde están las manos que Dios nos ha dado, no sólo para levantar el puño amenazante, sino para modelar los sueños con todos nuestros barros juntos? ¿Dónde esas manos sino para construir las comunidades, las ecoaldeas, los espacios sostenibles, los jardines… del nuevo mundo? La sola dinámica de la reivindicación pone en cuestión nuestro inmenso potencial de seres libres y creadores, hipoteca nuestro mañana. La sola pancarta merma nuestras facultades para reorientar la historia e inaugurar la alternativa. No es sólo pedir a los otros, es tomar conciencia de todo lo que aquà y ahora podemos realizar y culminar nosotros/as mismos/as. Ayer no habÃa otra. Ayer nos revelamos cuando no querÃamos ir al Ãfrica colonial a dejar nuestra sangre sobre la arena del desierto; cuando demandamos que más firmes troncos sujetaran los techos de miserables minas; cuando los hijos se merecÃan algo más que un mendrugo para llevarse a la boca; cuando las doce horas de trabajo sepultaban el alma… Ayer hubo que levantar el puño, pero hoy el coraje lo necesitamos para hacernos los dueños de nuestro destino. Hoy por fin comienza a ser posible lo que nunca antes lo fue: la tierra del compartir y el colaborar, la geografÃa de hermanos. Nunca en el pasado contamos con el margen de maniobra, conocimientos y posibilidades, para empezar a construir ese suspirado Reino de Dios, esa anhelada utopÃa sobre este planeta bendito. * Imagen de la puesta en escena de "Los Miserables" Más artÃculos www.claraluz.org |
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