Hay quienes llegan a afirmar estos dÃas que la vida es lo que transcurre mientras se discute sobre la amnistÃa, sin embargo el dilema de la amnistÃa merece su detenimiento, su observancia además de en el ámbito polÃtico, en el humano. DecÃa Bertolt Brecht: “Nosotros, que quisimos preparar el camino para la bondad, no pudimos ser bondadosos…†Puesto que ya estamos advertidos por la veteranÃa del poeta y dramaturgo alemán, nosotros sà podremos serlo. Nos jugamos la oportunidad de empatizar con el adversario, de acercarnos a él e intentar comprender sus razones. Podemos sacar partida de ello, réditos para la mejora de la convivencia, para superar la fractura entre comunidades. La rojigüalda no sólo la camina y estampa el astado. Estamos a tiempo de superar la cólera y el “¡A por ellos…!â€, la hipérbole y el insulto, las vallas y los disturbios en la calle Ferraz, también allende ella. “No nos gusta la fruta†ácida y pasada. Nos place la palabra correcta y amable, la fruta dulce y jugosa, la que puede y debe agradar todos los paladares. Más allá del ya cansino debate polÃtico, ¿no esconderá la lucha contra la amnistÃa una dificultad para sacar lo mejor de nosotros mismos, de perdonar y acercarnos al adversario? La amnistÃa es buena nueva para todo ciudadano de buena voluntad que aspira a mejorar la convivencia, anhelante de más comprensión, diálogo y acuerdo. Cuando deseamos el mal ajeno, la persecución y el exilio, deberemos observar si el análisis polÃtico no está zafando en alguna medida un cierto déficit de humanidad. ¿No tendrá la lucha contra la amnistÃa algo de destape de la personalidad inferior, de disimulado afloramiento de un cuestionable rencor polÃtico, de falta de compasión con el adversario ideológico? No procede tirar al agua la llave de la reconciliación, del futuro de armonÃa, de la paz entre los pueblos de España. Poder abrazar hoy a corazón abierto constituye privilegio. Vivimos estos dÃas el privilegio del reencuentro entre los españoles, entre sus pueblos, la posibilidad de olvidar los mutuos y pasados agravios; de atender juntos a un prometedor futuro. Uno de los nombres de esta hermosa ventana a cielo limpio e inmenso es "amnistÃa". Nunca debiéramos querer el mal para nadie, el mal que deseo al otro es el que reivindico para mà mismo. El rencor ha pretendido reiteradamente tomar las calles de Madrid y de España, pero llega tarde. Siempre llega tarde… Nadie amnistÃa a nadie, nos estamos amnistiando mutuamente. Hace tiempo que buena parte de los españoles hemos apostado por la reconciliación, decidido construir una nueva nación en libertad, en unidad basada en la diversidad. Sólo acercaremos a la Catalunya combativa cuando le abramos con aprecio los brazos, nunca cuando la sentemos en banquillo. Queremos cooperar, no perseguirnos por sentir diferente. Ojalá más ciudadanos y ciudadanas tomen conciencia de la necesidad de resolver los problemas polÃticos fuera de los tribunales, de dar la espalda a un pasado con sobrado lastre de imposición y confrontación. Las grandes avenidas puedan contemplar nuestro corazón agradecido. Salgamos a la calle para bendecir el privilegio de constituir una nación diversa, decidida a caminar en conformidad, en respetuosa y siempre anhelada comunión. Salgamos a la calle, no a clamar contra nadie, sino en pos de los valores que nos unen, a bendecir la dicha del kilómetro "0", de reestreno colectivo, de convivir en cierta paz, no bajo amenazadores misiles. Es vital rehacernos, recomponernos, reinventarnos y juntos mirar para adelante. En un mundo aún sumido en guerras, España da un paso en favor del reencuentro entre sus súbditos. Salgamos a la calle para desterrar el odio, para bendecir la oportunidad hoy también, al igual que los esperanzadores setenta, de volver a empezar de nuevo. Artaza 17 de Noviembre de 2023 |
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