Elegimos encarnar justo cuando las fuerzas que construyen y las que destruyen alcanzarÃan ambas un gran potencial. Las fuerzas que destruyen no son sólo las arrasan Nimrud, sino las que arremeten también, por ansia de lucro, contra la sagrada naturaleza, contra los derechos de nuestros hermanos. Elegimos venir al mundo en este tiempo, en esta geografÃa, a la vez que los señores de la barba y el mazo, a la vez que se levantarÃan las banderas negras, al tiempo que quienes las enarbolan se tornarÃan tan ferozmente agresivos. Intentamos verter la luz de las leyes superiores para poder comprender lo aparentemente incomprensible. Nos ayuda la ley de la evolución. Constatamos que sobre el planeta se reúnen seres con importantes diferencias evolutivas. Nos ayuda la ley suprema del amor, el verter luz y compasión sobre quienes han llegado a tamaño grado de ceguera. Nos ayuda finalmente la ley de consecuencia. Todo se reordenará. La belleza volverá a brotar de las arenas del desierto y quienes destruyeron tan absurdamente, habrán de reconstruir para que la cultura en su más ancha diversidad, la armonÃa y el respeto, vuelvan a reinar sobre esta tierra bendita. Sobran esos mazos, esas excavadoras y topadoras. El arte nos acerca a los humanos. La belleza nos eleva, nos une en un mismo sentimiento del alma. Aunque se encuentre medio enterrado en la arena, aunque lo amenacen tan torpes martillos, hoy más que nunca urgimos del arte, arte capaz de unir al humano con su semejante, arte de capaz de salvar todos los abismos, de reunirnos de nuevo en una sola y diversa raza para siempre hermanada. |
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