Escasean los seminarios que nos acercan a las imprescindibles Leyes superiores, Leyes sagradas que nos permiten caminar en consonancia con la Creación, en armonÃa y solidaridad con cuanto nos rodea, las Leyes del Cielo que nos dan autonomÃa de vuelo y de criterio, empoderamiento para orientarnos en los confusos dÃas que vivimos. Lo fácil es iluminarnos encima de un tatami, tras un ejercicio mágico con el gurú de turno, tras un forzar de pulmones, tras una ingesta milagrosa… Más sacrificado es asumir aquà y ahora plenamente nuestras responsabilidades, más trabajoso es intentar abrazar la vida, su sentido, su origen, su futuro y nuestro compromiso en medio de ella. Más desafiante es sumirnos por entero en la corriente del Plan de amor, del Propósito superior, vincularnos a Quienes lo custodian; más interpelante es prepararnos sincera y esforzadamente para aquello para lo que volvemos una y otra vez a la tierra: el servicio planetario. La mirada que arrojemos sobre la realidad será preciso se ajuste a Ley, no necesariamente a la de los gobiernos, sino a la de la Vida, a las Leyes inmutables e incontestables que funcionan aquà y en el otro extremo de las estrellas. Al margen de otras y sin duda polémicas consideraciones, si la crisis libia y la posterior intervención militar de la coalición ha servido para algo, ha sido para estimular discernimiento en las conciencias y sano debate en la Red. No hay respuestas rotundas a tan delicado tema, difÃcil encontrar la última palabra a tan espinosa cuestión: “¿Quién estará libre de vacilación cuando tercia la atroz guerra y la sagrada vida de seres humanos?†A lo largo de estos dÃas intensos, en la plaza pública virtual estamos arrojando nuestras reflexiones con la mejor intención de contribuir a enriquecer un debate tan actual y necesario en las filas del progreso. Con todos los respetos, quiero sugerir un acercamiento a las Leyes a la hora de afinar mirada, a la hora de verter nuestra opinión sobre los aconteceres mundiales. Por ejemplo, la Ley de analogÃa nos dice que como es arriba es abajo y viceversa. Nuestros mandatarios somos nosotros. En lÃneas generales, su nivel de conciencia es el nuestro. Evolucionan a nuestro ritmo, o a la zaga bien cercanos. Ningún pueblo tiene un gobierno que no se merece (o que no lo esté trasformando o tumbando). En la actual crisis libia, en otras tantas similares, acostumbramos a juzgar a los mandatarios occidentales con una perfidia que no nos atribuimos a nosotr@s. Por todas partes salta que “los aliados están en Libia por el petróleoâ€. Múltiples correos y posts claman que “las fuerzas de intervención no abrigan ningún asomo de altruista motivación. Los derechos humanos les importan un bledoâ€. Ese análisis no soporta la Ley de la analogÃa, sienta un abismo inexistente entre los que gobiernan y los gobernados. Pero hay otras Leyes a las que tampoco se avienen estas omnipresentes y dudosas consideraciones tan crÃticas, véase la de la evolución. Pareciera que sólo nosotros, los benditos militantes de las honrosas filas de la “nueva era†somos susceptibles de evolucionar. Nada más en el universo. Sin embargo la Ley superior de la evolución reza que absolutamente todo evoluciona hacia arquetipos superiores de orden, de armonÃa, de belleza…; todo crece en los reinos mineral, vegetal y animal, por supuesto todo en la corriente de vida humana y dévica (angélica) Por mucho que nos cueste creerlo, la clase polÃtica en general, Sarkozy, Obama, Cameron, Zapatero..., también evolucionan, también son dignos receptores de las energÃas superiores. Nos podemos morir clamando consignas “antiimperialistasâ€, igual que lo hacÃamos hace veinte años, y olvidar que hay un presidente de color, demócrata, progresista, noble que gobierna la nación más poderosa de la tierra. Podemos seguir pensando que las bendiciones celestes sólo recaen sobre nosotros, que la privilegiada y “secreta†información para el cambio sólo la detentamos en nuestro cerebro, que el mundo quedó varado, mientras que nosotr@s estamos ya casi rayando la iluminación. Sin embargo la carga de oscuridad que albergan esos presidentes no es necesariamente mayor que la que mora en nuestras entrañas. Otra cuestión bien diferente es las de los gobernantes que atentan contra la sagrada vida y conculcan los derechos humanos. Toneladas por lo tanto de humildad, para reconocer lo grande y lo noble que en el otro, también en el de arriba, en el del poder, habita; lo luminoso que en él, en ella también está medrando. Eso es lo maravilloso de esta hora sagrada: un sol que brilla absolutamente para todos, incluso para aquellos que visualizamos en el pasado más alejados de la luz. Nadie tiene la última palabra en medio de las complicadas crisis planetarias en las que estamos envueltos en estos tiempos de graduación y de prueba. Nuestro camino es ayudarnos con humildad los unos y los otros en la búsqueda de la verdad, conscientes de que nuestras pequeñas verdades se nutren y fecundan. Perdón por las palabras gruesas, apresuradas, marcho de viaje, pero sólo las espoleó la sana intención de contribuir a esta apasionante búsqueda común en la que estamos inmersos en este tiempo único. Junt@s creemos, junt@s podemos. Fuerte y fraterno abrazo. |
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