Vivimos en Euskadi una primavera que nunca hemos gozado. Más pronto que tarde terminará de florecer La floración es dejar atrás los inviernos, que no necesariamente olvidarlos. “¡Ave MarÃa PurÃsima…!†saludaba tu aita al mÃo por teléfono. “¡Arriba parias de la tierra!â€, contestaba sin apocarse mi progenitor. Eran dos mundos diferentes, aparentemente ajenos, pero de un respeto exquisito. Esa mutua consideración desbordaba el ámbito profesional. SÃ, después vinieron los que hicieron de la diferencia sangre y abismo. La convivencia que rompieron la podemos recomponer y ése es el mejor regalo que podemos donar al futuro. Vamos a sanar pasados. Entremos a la cocina, como Mendia y Otegi y cocinemos con mucha verdura sana y ecológica, con mucha cebolla dulce. Puedes dejarles cocinar JosemarÃa y acercarte de nuevo, desnudo de rencores, a tu casa de siempre, el Partido Socialista. Vamos a intentar perdonarnos. Algún dÃa tendremos que vaciar el más pesado de los fardos, el del rencor, algún dÃa pasar la página a esa historia de ETA tan tremenda, que algunos padecisteis tan cercana e injustamente. Hicieron barbaridades y la que acabó con tu padre no fue precisamente una bala perdida. La solicitud de perdón de quienes brutalmente sellaron su aliento, de quienes les apoyaron, se está también cocinando, si bien es verdad que a fuego mucho más lento de lo que quisiéramos. La deben estar sazonando, la acabarán presentado. De todas formas, cocinar reconciliación para las nuevas generaciones, no es sólo deber de la izquierda abertzale. Es cierto, otros no llevamos con nosotros el dolor que tu familia alberga dentro. Es cierto que la invitación a sacrificar nuestro dolor en aras de un bien colectivo es listón muy alto, pero nadie sabe tampoco cómo y por qué retornan, en vÃspera de los renacimientos colectivos, la invitación a los testimonios excepcionales. No hace falta abrazar al Nazareno del que seguramente marques aún distancia, al Jesús del eterno perdón, de ese amor tan incondicional, como a veces casi imposible. Podemos abrazar a un Azaña beligerante ante el catolicismo que siempre has estimado. Sin embargo, a la postre nos presenta semejante y titánico reto de perdón. La “paz, piedad y perdón†de Don Manuel en su histórico discurso del 18 de julio de 1938 en Barcelona, era como él mismo apunta, un aviso para nosotros, los navegantes del futuro. ¿Cuánto no tenÃa que perdonar el presidente de una República atacada por el primer y más contundente fascismo, honorable Dama en aquel momento ya ferozmente acorralada? Esa alocución excepcional que tú mentas en tu carta al presidente Sánchez es en realidad un mensaje fuera del tiempo y por lo tanto plenamente actual. Préstame las palabras de don Manuel, amigo de la adolescencia, amigo de siempre: “Paz, piedad y perdónâ€, también para esta Donosti, para esta Euskadi maltratadas. Después de tanto cabello revuelto, de tanto pasado convulso, después de todo lo que ha padecido, Donosti está especial, rabiosamente bella. Podemos perfumarla con nuestros perdones, con un espÃritu cada vez más generalizado de reconciliación. Entonces difÃcilmente hallará par. Se puede nacer en la misma ciudad, remontar una y mil veces la misma Aldapeta rumbo al colegio religioso, alimentar la misma y juvenil rebeldÃa, compartir amistad y después observar la realidad de forma tan diferente... Seguramente fueron las consecuencias de esas balas tan absurdas como crueles las que terminaron de alejar nuestros mundos. Hemos podido vivir culturas separadas, esferas estancas y ahora unirnos “en tu nombre†y los otros nombres, en el apasionante desafÃo de inaugurar un futuro para Euskadi definitivamente diferente; una Euskadi en la que por fin haya un sitio para todos/as, incluso para quienes se hallan aún en su “txokoâ€, cocinando a fuego muy lento su imprescindible solicitud de perdón. |
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