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Cocinar juntos

Carta abierta a José María Múgica  
Apreciado Josemaría. Perdona este “asalto” sorpresivo después de décadas de silencio comunicativo. El tema yo creo que lo merece. No se trata ya de dar tardía continuidad a nuestras largas discusiones políticas juveniles, sino de explorar, después de todo el tiempo trascurrido, cómo podemos hacer de esta Euskadi de tan buen momento, una Euskadi mejor.  Nadie puede invitar a nadie a perdonar. No es fácil colocarse en el lugar de quien tiene ante sí semejante reto. El perdón es por lo demás algo muy personal e íntimo. Su fruto maduro cae cuando la víctima dispone.

Permíteme a lo sumo, contextualizar el momento, apuntar retos de futuro. Con todo respeto, permíteme señalar que el perdón no es privativo de una Iglesia de la que, con tu considerable parte de razón, has recelado. El perdón y la compasión son patrimonio universal, sentimientos de humanidad que somos llamados, cada quien en su contexto, a recuperar. A lo sumo confesarte que creo que está bien sentarse al mismo mantel, cenar juntos, Josemaría. Hemos comido, cenado, vivido durante tantos años separados. Está bien compartir pucheros y “sociedad”, después de tantos decenios confrontando en el seno de esa misma sociedad. Está bien que Mendia y Otegi compartan portada en el “Diario Vasco”. Acierta el periódico donostiarra al llevar a la primera página una normalidad con delantal limpio. ¿Hasta cuándo los otros uniformes de batalla? ¿Hasta cuándo mantendremos las trincheras? ¿Hasta qué generación inocularemos resentimiento? Llevábamos tanto tiempo sin compartir nada. Ahora ha llegado la hora del compartir “sociedad”, “cazuelita”, ocio…, sobre todo proyectos, futuro de paz, mañana de armonía y solidaridad.

Vivimos en Euskadi una primavera que nunca hemos gozado. Más pronto que tarde terminará de florecer La floración es dejar atrás los inviernos, que no necesariamente olvidarlos. “¡Ave María Purísima…!” saludaba tu aita al mío por teléfono. “¡Arriba parias de la tierra!”, contestaba sin apocarse mi progenitor. Eran dos mundos diferentes, aparentemente ajenos, pero de un respeto exquisito. Esa mutua consideración desbordaba el ámbito profesional. Sí, después vinieron los que hicieron de la diferencia sangre y abismo. La convivencia que rompieron la podemos recomponer y ése es el mejor regalo que podemos donar al futuro.

Vamos a sanar pasados. Entremos a la cocina, como Mendia y Otegi y cocinemos con mucha verdura sana y ecológica, con mucha cebolla dulce. Puedes dejarles cocinar Josemaría y acercarte de nuevo, desnudo de rencores, a tu casa de siempre, el Partido Socialista. Vamos a intentar perdonarnos. Algún día tendremos que vaciar el más pesado de los fardos, el del rencor, algún día pasar la página a esa historia de ETA tan tremenda, que algunos padecisteis tan cercana e injustamente. Hicieron barbaridades y la que acabó con tu padre no fue precisamente una bala perdida. La solicitud de perdón de quienes brutalmente sellaron su aliento, de quienes les apoyaron, se está también cocinando, si bien es verdad que a fuego mucho más lento de lo que quisiéramos. La deben estar sazonando, la acabarán presentado. De todas formas, cocinar reconciliación para las nuevas generaciones, no es sólo deber de la izquierda abertzale.

Es cierto, otros no llevamos con nosotros el dolor que tu familia alberga dentro. Es cierto que la invitación a sacrificar nuestro dolor en aras de un bien colectivo es listón muy alto, pero nadie sabe tampoco cómo y por qué retornan, en víspera de los renacimientos colectivos, la invitación a los testimonios excepcionales. No hace falta abrazar al Nazareno del que seguramente marques aún distancia, al Jesús del eterno perdón, de ese amor tan incondicional, como a veces casi imposible. Podemos abrazar a un Azaña beligerante ante el catolicismo que siempre has estimado. Sin embargo, a la postre nos presenta semejante y titánico reto de perdón. La “paz, piedad y perdón” de Don Manuel en su histórico discurso del 18 de julio de 1938 en Barcelona, era como él mismo apunta, un aviso para nosotros, los navegantes del futuro. ¿Cuánto no tenía que perdonar el presidente de una República atacada por el primer y más contundente fascismo, honorable Dama en aquel momento ya ferozmente acorralada? Esa alocución excepcional que tú mentas en tu carta al presidente Sánchez es en realidad un mensaje fuera del tiempo y por lo tanto plenamente actual.

Préstame las palabras de don Manuel, amigo de la adolescencia, amigo de siempre: “Paz, piedad y perdón”, también para esta Donosti, para esta Euskadi maltratadas. Después de tanto cabello revuelto, de tanto pasado convulso, después de todo lo que ha padecido, Donosti está especial, rabiosamente bella. Podemos perfumarla con nuestros perdones, con un espíritu cada vez más generalizado de reconciliación. Entonces difícilmente hallará par.

Se puede nacer en la misma ciudad, remontar una y mil veces la misma Aldapeta rumbo al colegio religioso, alimentar la misma y juvenil rebeldía, compartir amistad y después observar la realidad de forma tan diferente... Seguramente fueron las consecuencias de esas balas tan absurdas como crueles las que terminaron de alejar nuestros mundos. Hemos podido vivir culturas separadas, esferas estancas y ahora unirnos “en tu nombre” y los otros nombres, en el apasionante desafío de inaugurar un futuro para Euskadi definitivamente diferente; una Euskadi en la que por fin haya un sitio para todos/as, incluso para quienes se hallan aún en su “txoko”, cocinando a fuego muy lento su imprescindible solicitud de perdón.

 
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