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"La casa está preparada"

Vamos de casa en casa, de cuerpo en cuerpo, en el anhelo de purificación en su interior del inquilino que somos. La madre nos presta el espacio sagrado para hacer la casa y los minúsculo elementales son los obreros gentiles, generosos, incondicionales que construyen la nueva morada. Los ángeles de las formas son los diseñadores y arquitectos. Utilizan los mejores materiales, sobre todo los que nos corresponden por nuestro nivel evolutivo. Los “ladrillos” que conformarán nuestra morada física, etérica, astral y mental, no serán otros que los que los que nosotros mismos hemos amasado con el barro de nuestras acciones, sentimientos y pensamientos en la anterior encarnación.

La casa está preparada y nosotros la habitamos. Unos autores dicen que al tercer mes de la concepción, otros que al cuarto, de cualquiera de las formas parece ser que ese momento no es el mismo en todos. El apego a la tierra sería un motivo de más pronto "adueñamiento" del útero. El alma hasta entonces merodeaba, monitoreaba, pero llega un momento en que coge sus escasísimos trastos, sus diminutas memorias de todas las vidas y se traslada. Vamos de vida en vida bien ligeros de equipaje, en realidad es un fardo minúsculo. Nos referimos a ese liviano peso de los átomos simientes o permanentes, que se encargan de recoger todo lo que hemos sido. Somos memoria, en realidad es lo único que nos llevamos, recuerdo de lo que hemos vivido, recuerdo de la conciencia que hemos alcanzado.

El alma al entrar en ese útero, es un alma privilegiada. Otras muchas no pudieron habitarlo y se mantuvieron a la espera de la oportunidad. A esa alma se le entrega, al término de la gestación, posibilidad de poner un pie en esta tierra bendita y con ello disfrutar del perfume de las flores, de remontar al amanecer sus montañas soberbias, de bañarse en sus playas y lagos transparentes..., pero sobre todo posibilidad de hacer el bien a quien le rodea, saldar deudas, acrecentar conciencia….

Es el alma del hijo quien escoge a los padres. Se le presentan diversas opciones y ella se decanta. En realidad es la ley de afinidad la que establece los lazos. Más elevación espiritual de los padres, más pura alma podrán acoger. Dicen las enseñanzas espirituales que el nivel de evolución de la madre es más determinante que el del padre a la hora de la elección que realiza el “hijo”. Igualmente, más elevado el acto de la concepción, más luz traerá la madre a su seno. En ese mismo momento de la concepción, el alma del hijo sabe que una morada se ha comenzado a crear para ella.

Es hacia finales del tercer mes en gestación o cuarto, cuando acontece el relevo, cuando el alma se empodera plenamente de ese nuevo cuerpo. El “sutrama” o cordón de plata se completa y ello permite el descenso del alma. Las madres más despiertas toman conciencia de ese relevo en su interior. Coincide con el momento en que el “feto” comienza adquirir la forma humana, también cuando la madre comienza a sentir convulsiones y pataditas. Hasta ese momento es el alma de la madre la que se ha ocupado de la "casa" en construcción, a partir de ese momento, cede el gobierno a su inquilino, al alma de su hijo físico. Al principio quizás a ésta se le haga un poco pequeña la morada, acostumbrada como estaba en su anterior vida física a una más grande, pero poco a poco se irá haciendo al nuevo y reducido habitáculo. Es por ello que entrará y saldrá de la nueva casa (feto), hasta que tome completo dominio.

Habitamos y deshabitamos las casas… Habitamos la casa y a eso le llamamos nacimiento, deshabitamos la casa y a eso le llamamos muerte. Así vamos de morada en morada, intentando imprimir conciencia al instante, intentando ser mejores, más cuidadosos con la almas que nos rodean. He aquí los dos momentos más importantes de nuestra vida física: la casa está preparada y es cuando el alma coge morada en su seno. "La casa está vacía" (así se refiere la sentencia esotérica ala muerte) y es cuando la abandonamos para divisarla desde lo alto y dar las gracias a ese hogar que nos albergó durante toda una encarnación física. ¿Cuántas veces nos han preparado morada, a nuestro gusto, según nuestras necesidades evolutivas? ¿Cuántas veces lo seguirán haciendo? Tan sólo que ahora comenzamos por fin a susurrar esas incontenibles “gracias”; tan sólo que ahora tomamos conciencia del enorme trabajo y despliegue que queda atrás, antes de que nos avisen de que tenemos la “morada preparada”. Ahora sabemos que estamos en deuda con nuestros guías y protectores que nos orientaron en la nueva encarnación, con el ángel de la forma que se encarga de la conformación , dirección de obra, y mantenimiento de nuestro cuerpo, con los trillones de elementales que se ocuparon propiamente de la construcción de ese cuerpo...

¿Cuán ajenos hemos vivido a tanta maravilla? No podemos detener los vientos huracanados que ya fuimos, pero podemos proteger los futuros vientres, podemos cantar sin cesar a la siempre renovada vida. ¿Cuánta ignorancia se adueñó de nosotros hasta convertirnos en devastador huracán? Llegamos a convertirnos en violento, agresivo, inconsciente viento que destruía moradas. No podemos hacer desaparecer el vendaval que fuimos, no podemos echar para atrás la historia, pero podemos preparar para venideras almas otro futuro, podemos tomar conciencia de la sacralidad de todo vientre, de la magia inconmensurable de todo el proceso, compartir esta conciencia. Podemos ser continuadores de esa magia de la vida, guardianes de esos úteros, protectores de las criaturas que ya gatean, de las almas, que desde allí arriba, desde las superiores dimensiones espirituales, avistan ya las costas de la vida física y valientes se disponen a habitar nuevo y bien afinado cuerpo.

* Basado en las enseñanzas del Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov, el Maestro Tibetano, Vicente Beltrán Anglada y Max Heindell.

Del libro en preparación “Sólo un hasta luego…”
Arteixo 27 de Enero de 2016
http://www.KoldoAldai.org

 
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