La polÃtica también era campo de graduación, escenario para calibrarnos en amor. Era gimnasio donde medirnos en capacidad de servir con un alcance mucho mayor de personas; era ocasión de olvidarnos de nosotros mismos en beneficio de una comunidad más ancha; era posibilidad de considerar al otro numeroso, de respetarlo y hacer por ellos/as. Todo era pasajero. Nos lo están diciendo los jueces que marchan, pero en lo efÃmero dejamos plasmado nuestro nivel de ser, nuestro grado evolutivo. Todo pasa, nos están diciendo los jueces que ya no están. La verdadera cita no es ante los togados de la tierra, sino ante el juez más severo que somos nosotros mismos, una vez hemos atravesado el Velo. Todo era pasajero, luego aún, mientras permanecemos en la Tierra, estamos a tiempo de hacerlo mejor, de esmerarnos en comprensión y servicio, en entrega y amor. Todo era pasajero. En la tierra hace falta justicia aún para mantener un orden imprescindible. ¿Habrá tarea más delicada y complicada? La justicia de la tierra siempre deberá tener por Norte la Justicia del Cielo, deberá emular a la Justicia verdadera, a la más impersonalizada y equidistante. Con la severidad que señalamos al otro, seremos invitados a señalarnos a nosotros mismos. “No juzguéis y no seréis juzgadosâ€, y quienes tienen por obligación dar mazazo en la mesa y dictar sentencia, que apuren generosidad, que apuren discernimiento y neutralidad, que la misma justicia que imparten en el mundo es la justicia con la que, allende él, ellos serán juzgados. |
|
|
|