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Delicada, complicada justicia

Parten los jueces de este mundo, también los más severos. Cogen un avión con el que no vuelven. Ello nos da noción de lo pasajero de la justicia de la tierra. Ello da relevancia a una Justicia más perenne, más verdadera. La justicia no siempre acierta, por ello hay Justicia detrás de la justicia.

La mortalidad de los jueces nos devuelve a los límites de la justicia, nos acerca a la noción de lo pasajero de cuanto juzgan. Todo era ensayo, todo era juego, teatro… como lo queramos entender. Nuestra presencia en la tierra era solo excusa para entrenarnos en ser mejores personas, para medir nuestra capacidad de amar. Por eso bajamos a este mundo, por eso nos pusimos la pruebas que estamos afrontando. No necesariamente para que otros nos juzguen, sino para que nosotros mismos calibremos nuestra capacidad de ser uno con el otro, de ponernos en su lugar, de amarlo como a nosotros mismos.

La política también era campo de graduación, escenario para calibrarnos en amor. Era gimnasio donde medirnos en capacidad de servir con un alcance mucho mayor de personas; era ocasión de olvidarnos de nosotros mismos en beneficio de una comunidad más ancha; era posibilidad de considerar al otro numeroso, de respetarlo y hacer por ellos/as.

Todo era pasajero. Nos lo están diciendo los jueces que marchan, pero en lo efímero dejamos plasmado nuestro nivel de ser, nuestro grado evolutivo. Todo pasa, nos están diciendo los jueces que ya no están. La verdadera cita no es ante los togados de la tierra, sino ante el juez más severo que somos nosotros mismos, una vez hemos atravesado el Velo. Todo era pasajero, luego aún, mientras permanecemos en la Tierra, estamos a tiempo de hacerlo mejor, de esmerarnos en comprensión y servicio, en entrega y amor.

Todo era pasajero. En la tierra hace falta justicia aún para mantener un orden imprescindible. ¿Habrá tarea más delicada y complicada? La justicia de la tierra siempre deberá tener por Norte la Justicia del Cielo, deberá emular a la Justicia verdadera, a la más impersonalizada y equidistante. Con la severidad que señalamos al otro, seremos invitados a señalarnos a nosotros mismos. “No juzguéis y no seréis juzgados”, y quienes tienen por obligación dar mazazo en la mesa y dictar sentencia, que apuren generosidad, que apuren discernimiento y neutralidad, que la misma justicia que imparten en el mundo es la justicia con la que, allende él, ellos serán juzgados.

 
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