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CUANDO SE APAGUE LA MEMORIA

A menudo las palabras se le escapan. Las frases son puentes que se quedan a medio camino sin lograr alcanzar la otra orilla. A menudo la memoria se convierte en una tacaña señora que esconde las palabras quién sabe dónde. Pero aún con tanto verbo sin alcanzar labios, en el exilio del olvido, ella coge el gran cartón con los números y sigue descolgando el teléfono. No deja su habitual ronda de llamadas. En la lista cada vez hay más tachones, teléfonos que ya nadie descolgará, pero no se asusta por tantos que ya no están.

Mantiene encendido el fuego de las amistades. Quien no sabe lo que es un Facebook, mantienen al día la red de mutuo afecto y cariño. Al otro lado de la línea un familiar, una amiga descuelga y se encuentra con una colección de palabras sueltas y silencios, pero con un afecto desbordado.

Cuando las palabras se esconden, cuando se queda muda no asoma protesta alguna. Acepta esa memoria vacía sin lamento. Entonces es cuando me he de poner yo al teléfono y completar las explicaciones. Cuando me falte la memoria, cuando las palabras a mí también se me escondan o tropiecen, cuando la interlocución sea más un juego de adivinanzas, yo querré ser como ella. En los tiempos de pandemia sigue sembrando cariño sin palabras, ni abrazos. Debe ser la fe, saber cuándo y por qué el Misterio sella los labios.

 
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