TodavÃa van primero ellas, traicioneras, incontroladas, insospechadas lágrimas… Primero la rebeldÃa húmeda, el llanto abatido, el quejido ancestral, odioso y victimero “del que haremos sin ti†por dentro de uno… TodavÃa primero el recuerdo de aquel pasado en el que llegamos a pensar que la muerte tenÃa vida, que el futuro se frustraba en una losa, que la piel atrapaba el alma. Créeme Javier, no iban para ti esas lágrimas. Para ti es este profundo abrazo, este infinito agradecimiento. No iba para ti ese llanto egoÃsta, ese aullido lastimero. Para ti toda la gloria de los Cielos recién conquistados, para ti la promesa de seguir tus pasos, este canto de alabanza a Dios por haber sido aquà tus compañeros… Perdona el móvil mojado de lágrimas, perdona la tarde enmudecida, el abismo que llegó a dibujar tu ausencia… Escribo para callar el quejido y alabar lo que aquÃ, en este valle de graduación e internas conquistas, has sido. Escribo para que el mundo sepa de la estela de quienes, cómo tú, todo lo dieron y para sà nada guardaron. No debe estar en ley hablar de los imprescindibles. Dicen que el Plan Superior avanza aún con la ausencia de quienes semejarais irremplazables. PermÃtasenos mentar entonces a los únicos, a los grandes, a los inolvidables… y a ti, por supuesto, en medio de todos ellos. PermÃtanos el Cielo glosar el testimonio de quienes al paso por la Tierra fuisteis entero servicio, admirable humildad, silente sabidurÃa… Te fuiste, canalla, sin apenas desgranar las grandes verdades que con infinita humildad guardabas. ¡Qué insobornable premura, qué extraño activismo éste que apenas nos dio veda para abrevar en tu inmensa fuente de Eternas Verdades! ¿Para cuándo de nuevo esas tardes de invierno compartiendo arcanos? ¡Qué urgidos tiempos estos, qué suerte de accionar sin tregua que apenas nos dio ocasión a que nos contagiaras algo del conocimiento inmenso que albergabas dentro! Secos ya lo ojos ante la pantalla, tan sólo reivindico esas tardes que no fueron, que no nos regalamos para escucharte, las horas que no apartamos impelidos siempre por un incuestionable apremio. Desde tu nueva atalaya de gloria, susúrranos en sueños las leyes que siempre fueron, la suerte sorprendente de los mundos y galaxias, los derroteros de nuestros viajes eternos. Callará el alba siempre urgido cuando tú nos regales secreto y maravilla desde el mundo verdadero. ¿Cómo volver a Madrid sin tu luz, sin tu teléfono, sin tu voz ronca, sin tu consejo cercano? Perdona tanto egoÃsmo Javier, al poco de esa noticia insospechada, me asaltaron los Foros, las convergencias y ceremonias, los innumerables quehaceres del mañana. Toda la tarea semejaba inacometible sin tu compañÃa. ¿En dónde, en quién hallarÃamos ese apoyo entero, esa presencia fuerte, siempre serena, armoniosa, optimista, reconfortante? No dejaremos de hacer Foros y encuentros en clave cooperar, compartir y unir. No dejaremos de trabajar por el alma grupal, por la sÃntesis planetaria, Javier. Nos consta que este es el mejor homenaje que te podemos tributar, aunque nos tengas que chivar unas “conclusiones†que sólo tu sabÃas redactar, aunque no sepamos mañana cómo moderar las mesas redondas, aunque nos falte ese verbo tuyo amable, clarificador, entusiasmado y estimulante, al tiempo que sencillo y siempre recatado. Necesitaremos de todo tu apoyo, ahora desde Arriba. Contágianos la visión que de aquà no tenemos. Imbúyenos de los lineamientos que ahora de seguro percibes con suprema claridad. De alguna forma, aún no sabemos cómo, continuaremos en el trabajo. Ensayaremos abrir alguna antena y asà percibir tu visión superior, tu mirada de largo alcance. Con el recuerdo de tu hacer siempre servicial, recto, discreto…, seguiremos en la tarea inmensa de construir un mundo fraterno, de iluminar de luz, concordia y alegrÃa esta bendita tierra. Marchan los mejores Dios mÃo y cómo evitar el naufragio. Crece la iniquidad, la voracidad, el despropósito egoÃsta en este mundo aún sufrido… y te llevas a los más grandes e incondicionales, a los más fortalecidos en tu fe, en tu esperanza. Una vez más nos dejas al borde de Tus interrogantes mayúsculos, de Tus Caminos inescrutables, de Tus Designios incomprensibles, de Tu Plan inabarcable. Aún con toda la ceguera Te buscamos, aún con todo el despiste Te seguimos; no en balde fueron aquà los faros, los nortes, los iconos como Javier que a nuestra vera colocaste. ¡Ya ves, no nos resta mérito, no hay escapatoria, sólo podemos intentar algún dÃa, con Tu ayuda, ser como ellos! No querÃas siquiera marchar de vacaciones, Javier, pues tal era tu afán de servicio en el seno de la Asociación BiosofÃa (www.revistabiosofia.com) y en otros afanes colectivos. Sin embargo, de nuevo insondables destinos, te han dado vacaciones de las de verdad, de las que no arrancan con atascos, de las que no se sobresaltan con bombardeos más o menos cercanos. Allà no necesitas bronceado, Sol que no quema, brisa divina que nunca calla. Descansa, hermano del alma, en esa Tierra de desiertos sin misiles, de ciudades sin escombros y de gloria sin tregua. Descansa en ese solar de gozo infinito, sin minas, llantos, ni alambradas. Reposa en ese Reino que los ojos de la carne aún no dibujan, en ese JardÃn celeste reservado y prometido sólo a los humanos que, como tú, tanto amaron y sirvieron. Tus hermanos eternamente agradecidos. |
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