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Unidos en la esperanza, unidos en redes

¡Cómo, pues, sino unidos los que aquí y allí trabajamos con entusiasmo, más allá de las marcas pasajeras, por un comercio e intercambio sin abusos, por un campo sin química, por una enseñanza que facilite el despliegue total del ser, por un arte que todo lo inunde, por unas viviendas y ciudades saludables, por un mundo más solidario, alegre y hermanado, por una Madre Tierra más reverenciada, por la multiplicación de comunidades ecológicas o ecoaldeas, por una alimentación más sana, por una medicina más natural, por una existencia más bella y pura, más imbuida de fe y de esperanza, más henchida de agradecimiento a lo Alto por tanta maravilla…!

La gran necesidad y urgencia planetarias, los grandes azotes que en estos momentos padece la humanidad nos invitan a desarrollar intensas colaboraciones, a gestar cada vez más amplias alianzas. Este es el tiempo anunciado de la gran comunión, la hora en el que el alma grupal se vuelve a manifestar con fuerza, en el que emerge la visión compartida y el Trabajo Uno a favor de la Humanidad Una.

El presente documento abunda en la reflexión de la necesidad de acercamiento entre los movimientos y redes verdaderamente liberadores y emancipadores. Surge a partir del trabajo que hemos empezado a desarrollar con la Asociación Selba centrado en la organización del encuentro de “Tierra, Alma y Sociedad. Encuentro de redes alternativas y de nueva conciencia” para finales de este año en Madrid.

El principio de compartir gobernará la civilización venidera. El futuro es en unidad de corazones puros y voluntades nobles, si ningún tipo de frontera añadida. Ese futuro ya nos está alcanzando. Pongamos pues, nuestras visiones y propósitos en común. Llegó la hora del compartir, de sellar la alianza de los soñadores reencontrados. Sólo juntos haremos posible una nueva Tierra, bajo un nuevo Cielo.

Merece la pena trabajar unidos por alumbrar lo que aún no vieron los ojos de la carne, y sin embargo las pupilas del alma bien recuerdan. Merece la pena emplearnos en lo que vinimos a hacer juntos a este mundo, aún con riesgo de fallos, aún con riesgo de iniciativas frustradas. Lo importante es que, a fuerza de errores y aciertos, vayamos levantando el mapa, explorando la nueva geografía, enfocando la visión, ensayando los nuevos modelos… ¡Que el último aliento nos coja con la azada levantada, la azada que labra el mañana por el que tanto hemos suspirado!

Ojalá estas reflexiones puedan ser, siquiera en una pequeña media, de utilidad, a cuantos apuestan por el Trabajo Uno, por la Obra Colectiva, por encima del trabajo y la obra particular. Ojalá sean de utilidad en el fortalecimiento de la visión de cuantos nos empeñamos, aún con todos nuestros errores e inexperiencia, en la construcción de un nuevo y más elevado mundo.

Introducción
La tarea de promover el ideal de unidad en la diversidad, de articular redes, de acercar a diferentes entornos, grupos sociales, familias, tribus principalmente espirituales, ha sido nuestro empeño desde hace más de 17 años. A lo largo de todo este tiempo hemos podido conocer tanto las satisfacciones como las dificultades inherentes a todo este proceso de fomento de alianzas entre los grupos y los movimientos de nueva conciencia. Fruto de la reflexión en medio de esta tarea, es el trabajo que aquí os presentamos. Damos vida a este cuerpo teórico que sustenta nuestro común anhelo de unidad. Os trasladamos ensayo de visión, sugerimos pasos…

Remontamos hasta la pequeña altura de nosotros mismos y lanzamos desde allí nuestra mirada también muy limitada. Ojalá estas reflexiones puedan ser, siquiera en una pequeña media de utilidad, a cuantos apuestan por el Trabajo Uno, por la Obra Colectiva, por encima del trabajo y la obra particular.

Ojalá sean de utilidad en el fortalecimiento de la visión de cuantos nos empeñamos, aún con todos nuestros errores e inexperiencia, en la construcción de un nuevo y más elevado mundo.

Durante años hemos escuchado reiteradamente que la tarea de la unidad es un esfuerzo baldío e imposible, que no merece la pena pretender aunar lo que de naturaleza es tan diferente. Sin embargo cada quien se debe a sus propios imposibles, al dictado que nace de lo más profundo de sí mismo. No auspiciamos una unidad en la forma, sino en el fondo, en la meta, en la intencionalidad, en los objetivos, en los valores. Cada uno camina por su sendero y a su ritmo tras unos mismos y prioritarios objetivos colectivos.

¿Cómo sino juntos?
¿Cómo, sino unidos podemos construir el mañana? La gran necesidad y urgencia planetarias, los grandes azotes que en estos momentos padece la humanidad nos invitan a desarrollar las más intensas colaboraciones, a gestar cada vez más amplias alianzas. El calentamiento climático, la degradación de la Madre Tierra, la violencia, el hambre, la miseria..., el desarrollismo y materialismo que en estos momentos están poniendo en cuestión la propia vida sobre el planeta, nos invitan a crear amplios marcos de unidad para hacer frente a estos flagelos.

Juntos podemos hacer frente al momento tan crítico que atravesamos. Juntos podemos también alumbrar el mañana, compartiendo experiencias, visiones, ideales, proyectos, alternativas… Cede un pasado en el que nuestro propio destino nos fue, si no negado, sí muy condicionado, en el que no era fácil tomar colectivamente las riendas. Sin embargo cada vez contamos con más posibilidades y medios para participar en la cocreación de una realidad definitivamente diferente. Se multiplican ya las iniciativas imbuidas de un espíritu de cooperación que alcanza a cada vez más personas de los mas diversos países y continentes.

Colaboración, no competición
Va cediendo el paradigma de la competitividad y el “sálvese quien pueda” que durante tantos años ha regido las relaciones en los ámbitos de la economía, la política, la educación… y que nos ha conducido al momento sumamente delicado que ahora atravesamos. El paradigma del progreso individual “a costa” de los demás, se ve paulatinamente reemplazado por el del avance y progreso “junto” con los demás. La voluntad de trabajo a favor del bien común se acrecienta. Pese al pesimismo generalizado que tantos medios de comunicación tratan de promover, lo cierto es que cada vez hay más gentes persuadidas de la necesidad de pensar y reflexionar en clave grupal y no sólo particular.

Asistimos a la multiplicación de iniciativas de cocreación de cada vez mayor alcance y que en el futuro serán cotidianas: voluntades aunadas cada una desde su propio entorno, cada una desde su propia identidad, pero todas tras unos mismos objetivos.

El principio de compartir gobernará la civilización venidera. El ser humano va concluyendo que es preciso fomentar un espíritu de armonía y cooperación en la política, la economía, la cultura… sin embargo consideramos que la verdadera unidad surge del interior de cada persona, pues en lo más profundo de nosotros mismos, todos nos sentimos uno. Si el ser humano en su mayoría alcanza a abrazar los elevados ideales de fraternidad humana y filiación divina, el resto de las “unidades” a fomentar en los demás ámbitos se darán por añadidura.

Cooperación, un anhelo del alma
Ahíto de un correr tras los mil y un deseos, el hombre va agotando su dilatado ciclo materialista y vuelca para adentro, comienza a reconocer el anhelo del alma, el sentido de la trascendencia, su naturaleza de hijo/a de Dios. Ahíto de un pasado de división y odio, agotado de tantas batallas, el ser humano se encuentra cada vez más identificado con los modelos superiores de armonía y cooperación.

La meta evolutiva del ser humano es trabajar por generar espacios de creciente unidad, entendida ésta por su puesto de la forma única concebida en los universos elevados, es decir unidad en la diversidad, unidad conformada por la libre adhesión de las partes, conjunto enriquecido por la riqueza de los subconjuntos.

La instauración del ideal de unidad y fraternidad en la tierra es una inmemorial y ambiciosa meta que reclama por un lado un intenso trabajo de purificación personal, por otro una voluntad aunada, la suma de todos nuestros esfuerzos constantes tras ese último objetivo.

Sólo una intencionalidad pura, una victoria sobre la pulsión de nuestros propios deseos personales, acarreará los logros que nuestra alma anhela. El trabajo interno es indispensable para el éxito en nuestras realizaciones externas, para poder progresar en el titánico esfuerzo común de bajar el Cielo a la Tierra, de construir en nuestro planeta el Reino de Dios.

Por más que en este desafío vivamos frustraciones y desengaños, no por ello se ha de debilitar nuestra fe. La fe es lo que nos queda, es lo que nos sustenta, es la que pone a caminar estas palabras; la fe es la que corona la montaña de nuestros ideales, por más dificultades que se nos crucen en los caminos.

Nuestra naturaleza egoica, que antepone el bien personal al bien común, es el gigante obstáculo con el que lidiamos, pero por encima de él, siempre estará el alma buscando volar más allá de esas limitaciones de la personalidad, saliendo al paso de otras almas para acometer realizaciones superiores.

Impulso evolutivo de la nuevas tecnologías
Hoy es el tiempo en que el sueño de fraternidad está más cercano de encarnar. Nos han sido dados los medios e instrumentos, como nunca hasta el presente, para hacer realidad esos altos ideales. La humanidad está más madura, se ha hecho más consciente y merecedora de estas oportunidades.

Existe una Jerarquía de Luz o Hermandad Blanca de seres ya realizados y entregados que auspician el desarrollo evolutivo de la humanidad. El concepto de Jerarquía no comporta en los mundos superiores una idea de dominio en beneficio propio, tal como tan a menudo ocurre en la tierra. En dimensiones más elevadas entraña muy al contrario una mayor disponibilidad de entrega.

Esta Jerarquía de Luz sirve desde tiempos inmemorables a la humanidad sembrando en ella, sobre todo en los seres más receptivos y adelantados en los diferentes campos, ideas de progreso, visión, adelantos técnicos... Desde allí Arriba han constatado que buena parte de la humanidad se ha hecho acreedora de un impulso evolutivo en estos momentos en los que se cierran tantos ciclos calendáricos y cósmicos.

La Jerarquía ha auspiciado los adelantes tecnológicos indispensables para estimular la evolución humana hacia el ideal de fraternidad. Sin las nuevas tecnologías no sería posible el sueño de un planeta unido. Internet no fue engendrado en el Pentágono con fines militares, Internet fue revelado a la humanidad en su conjunto a través de sus científicos, de forma que pudiéramos acelerar nuestro proceso de reunificación humana.

Dentro de nuestra limitada visión podemos constatar que tenemos el privilegio de vivir un tiempo único, largamente esperado. Poco sabemos del Plan Superior para la tierra, lo suficiente para observar que no debemos perder la oportunidad, pues son muchas las esperanzas depositadas sobre nosotros en este momento trascendental.

Este es el tiempo anunciado de la más ancha alianza, la hora en el que el alma grupal se vuelve a manifestar con fuerza, en el que emerge la visión compartida y el Trabajo Uno a favor de la Humanidad Una. Ya no son sólo nuestros sueños personales, ya no son sólo nuestras aspiraciones particulares. Es un tiempo en que se nos pide salir al paso, al encuentro del otro y construir con ilusión y entusiasmo crecientes espacios de fraternidad, de unión en la diversidad.

Naturaleza y florecimiento de las redes
Afloran las redes sociales en torno a una multiplicidad de actividades y puntos de interés, respondiendo a la nota evolutiva de nuestros días.

El ser humano va madurando en su identidad personal y colectiva, retoma las riendas de su destino y se dota de las estructuras afines al progreso de su conciencia grupal. En ese forjar de estructuras no dependientes y autónomas es asistido por las nuevas tecnologías que avanzan a velocidad vertiginosa. De esta forma se hace realidad el axioma de que cuando la conciencia del ser humano está preparada se acercan los medios que posibilitan su progreso.

Las redes son estructuras inspiradas por la confianza mutua de sus integrantes y la identificación de objetivos. Representan hoy la forma más libre y avanzada de organización de la sociedad civil. Constituyen la mínima organización de la que nos dotamos los hombres y mujeres que deseamos responder a la demanda y necesidades del momento, que pujamos por un nuevo mundo, pero que a la vez no deseamos someternos a tutelas, ni organizaciones jerárquicas que mermen nuestra libertad e iniciativa. Esta mínima estructura plenamente participativa se ve impulsada en nuestros días por los formatos digitales, por una telefonía muy avanzada, por un Internet… cada vez mas universalizados.

La descentralización del poder llega al máximo con la arquitectura de la red de redes que entre todos estamos promoviendo, no sólo en el mundo virtual, sino también en el físico. El gobierno central y autoritario no tiene, a largo plazo, futuro en ningún ámbito. Buena parte de la humanidad ha hecho un prolongado camino hasta tomar conciencia del poder que Dios le ha investido y que no debe delegar. Al echar la mirada al pasado, reparamos en el trayecto colectivo de sumisión, delegación y dependencia que hemos recorrido, y que ahora estamos decididos a superar.

El modelo de redes se va desplegando poco a poco en todos los ámbitos de la actividad humana, pero es precisamente en el área de la sociedad civil, por su propia disposición a explorar nuevos modelos de organización, donde ha arraigado con especial fuerza.

Las redes son la arquitectura del mundo futuro, las estructuras del Cielo en la Tierra, la forma de organizarnos en esa nueva era por la que todos trabajamos, sin embargo los promotores de estos nuevos marcos abiertos y permanentes de comunicación y cocreación, no son necesariamente espiritualistas. Las redes serán el pan de cada día en el mañana y esa harina se hornea ya a fuego rápido e intenso en los Foros que auspician los movimientos sociales. Las redes representan nuestra forma de relacionarnos libre y participativamente y la fórmula se aplica con especial esmero en el campo social, en el mundo solidario.


Abandonar las viejas estructuras
Es preciso, por lo tanto, ir abandonando y vaciando las organizaciones obsoletas, rígidas y piramidales del pasado para evolucionar hacia formas más participativas y cocreativas. Esta evolución responde a la nota de nuestros días que nos invita a compartir y cooperar entre iguales tras metas comunes. Con todas sus fallas y carencias, las redes posibilitan hoy la libertad, creatividad e iniciativa de los integrantes que se relacionan entre sí de forma horizontal y sin más protagonismo que el de aquellos que más desean aportar y servir.

La red en tanto que agrupación libremente asumida de los elementos autónomos en aras de un objetivo común, es la forma natural de organizarse los seres, los grupos, los universos… maduros; es el mecanismo espontáneo de relacionarse y ordenarse los hombres y mujeres más conscientes. Por supuesto será la forma también de organizarnos en los más diversos ámbitos en el futuro. Van cayendo las estructuras basadas en la autoridad, el dominio, la explotación… y va emergiendo las nuevas estructuras de seres autoempoderados que se hacen dueños de las riendas de sus destinos.

Van cediendo las estructuras de opresión y van emergiendo las estructuras de liberación basadas en los principios del cooperar y el compartir. El sistema de funcionamiento en redes que opera en dimensiones superiores y que podemos hallar también en nuestros propios mundos celulares, moleculares…, están comenzando a implementarse también de forma consciente y voluntaria a nivel social, político, económico, cultural… en la tierra.

En el futuro, el conjunto de la sociedad se estructurará en base a redes inspiradas por los principios de mutua asistencia a todos los niveles, de mutua ayuda y colaboración. Será un funcionamiento espontáneo, que llegará a superar incluso los sistemas comerciales y monetarios. Los servicios y bienes se otorgarán en función de las necesidades. Nadie contemplará la opción de lucrarse o acumular bienes más que los demás, primará la cobertura de las necesidades ajenas.

Se trata por lo tanto de poner ese futuro, aún con todas las dificultades del presente, a caminar.

Recuperación del poder
Las redes implican el interactuar entre seres libres, no oprimidos y sojuzgados, en ninguna de las formas. Simbolizan todo un hito en la historia evolutiva del ser humano. Hasta hace bien poco no gozábamos de la suficiente capacitación para operar de este modo, no nos sentíamos plenamente empoderados para coger las riendas de nuestro destino. Durante milenios delegamos un gobierno que sólo a nosotros correspondía. Otros gobernaron por nosotros, otros nos organizaron la vida, otros hablaron con Dios en nuestro nombre… Entregamos nuestra fuerza y por lo tanto nuestro destino, a terceros en lo político, lo social, lo religioso...

Ese tiempo ya va cediendo, vamos tomando conciencia de nuestras facultades que nos devuelven protagonismo a nivel de creación, a nivel de decisión sobre los asuntos que nos competen… Nos unimos a otros seres humanos en el desafío de dar la vuelta al viejo mundo.

A lo largo del tiempo la estructuras de poder se han ido paulatinamente democratizando. Cada vez nuevos sectores ciudadanos han pasado a tomar parte en los estamentos de decisión. La evolución humana se puede también concebir como un proceso de progresivo empoderamiento. Hemos ido evolucionando de la dependencia y el sometimiento al gobierno cada vez más colectivo.

A menudo se nos ha dicho que la democracia indirecta articulada mediante sufragio universal es el menos malo de los regímenes, sin embargo la democracia de las urnas necesariamente deberá dar paso a sistemas con cauces aún mayores de participación.

Plan Divino - Plan de autoempoderamiento
La tendencia grupal es debida a un impulso álmico en la mayoría de las veces inconsciente. Hay un gran desafío humanos en el salto de la “grey”, rebaño o masa al grupo consciente y autoempoderado. Los grupos autónomos buscan un vínculo de igual a igual con otros grupos semejantes en función de la ley de afinidad, dando lugar a las redes. Es el alma la que no quiere saber de sometimiento, la que ansía como nada la libertad, la que lucha porque nadie se adueñe de su destino, la que busca recuperar todo el protagonismo usurpado, y porqué no reconocerlo, también cedido. Las redes no son por lo tanto un invento de nuestros días, sino que responden a un ancestral instinto grupal.

Todo este guión de progresivo autoempoderamiento, de creciente toma de conciencia planetaria se enmarca dentro del Plan Divino para nuestra Tierra, dentro de la Trama Superior tejida por los Grandes Seres, por los Maestros de Amor y Sabiduría, por los Mahatmas que conforman la Jerarquía, por esos hombres y mujeres que vencieron su naturaleza inferior, ascendieron y se quedaron con nosotros para acompañarnos, para velarnos, para orientarnos en nuestro desafío evolutivo.

Ámbitos de desarrollo de las redes
Las redes se van tejiendo, como apuntábamos, en los mas diversos ámbitos de la vida. El Maestro Tibetano dictó a Alice Bailey una clasificación septenaria de las actividades humanas: Religión, Economía y Finanzas, Filosofía, Ciencia, Política, Arte y Cultura y Sicología. No hay ámbito alguno en el que no esté calando la nueva energía. Los centros de control y poder van cediendo o desplazándose en favor de una otrora base subordinada que va tomando paulatinamente el relevo.

Los grupos humanos van hilando redes en torno a estos puntos de interés fundamentales. La progresiva descentralización del poder forma parte del Plan Divino para la tierra.

Por supuesto el conocimiento elemental de las realidades superiores no es condición para el trabajo grupal y la articulación de redes. No es necesario la conciencia del Plan Divino para ser un elemento proactivo en su desarrollo. Hay muchos servidores del bien común que rechazan o simplemente no contemplan realidades suprafísicas. El impulso del servicio puede ser, y de hecho lo es en la mayoría de las ocasiones, anterior al conocimiento del Plan. No es necesario tomar conciencia del magno Plan evolutivo de Dios para implicarse en una tarea colectiva de servicio. Basta sentir la llamada del alma grupal, la invitación interna a la entrega a favor del prójimo. Como apunta Monly P. Hall: “Es deber de todo ser viviente el realizar tareas verdaderamente constructivas en reconocimiento de la vida divina que alienta en él.”

Espiritualidad y movimientos sociales
Si algo nos han demostrado los Foros Sociales mundiales de Porto Alegre, Bombay, Nairobi… es que las redes sociales van abriendo camino en lo que a democracia participativa se refiere. Son pioneras en el esbozo de la nueva sociedad, en las propuestas de nuevas formas de ordenación del trabajo grupal.

La amalgama de grupos y movimientos es muy grande en estos Foros. Los servidores del mundo o trabajadores de la luz están llamadas a vincularse con los grupos y movimientos sociales que albergan un verdadero sentido liberador y emancipador. Redes de transformación planetaria y redes de conciencia o espirituales comparten una misma naturaleza de unidad en la diversidad, sostienen un mismo esfuerzo de cocrear y servir; ambas comparten el elevado sueño de un mundo más justo, libre y pacífico.

No obstante, es preciso apuntar que muchas personas y grupos que trabajan en el ámbito solidario, marcan distancia para con todo lo que se refiera a realidades suprafísicas. La espiritualidad es identificada con un poder religioso que genera rechazo. Los grupos sociales más radicales, no estén motivados por valores superiores, no plantean medios y metas que entrañen un impulso inclusivo y abarcante, no pueden por lo tanto presentar una opción liberadora global al ser humano. Si se obvia nuestra naturaleza trascendente, nuestra vocación de eternidad, sólo se podrán dar respuestas muy limitadas a los grandes problemas e incógnitas que afrontamos los humanos.

La espiritualidad en realidad, como bien apunta Alice Bailey, representa nuestro propio mañana, somos nosotros mismos latiendo en una escala de frecuencia superior que conquistaremos en el futuro. Somos nosotros vibrando en mayor orden, amor, belleza… Así la define la esoterista inglesa: “Espiritualidad es aquello que está más allá de la actual etapa de realización; es lo que personifica la visión e impulsa al hombre adelante hacia una meta más elevada que la alcanzada”.

No podemos por lo tanto oponernos, menos confrontarnos a nuestro propio futuro. Espiritualidad es una realidad más ordenada, más armoniosa, más unificada, más cercana a la Fuente de toda Luz, Amor y Voluntad. Ello es el futuro que merecemos en heredad. Otra cosa es el poder religioso que opera en nuestros días que mantiene vigentes los patrones de dominación del pasado. Deberá aún pasar un tiempo para que se vaya marcado esta diferenciación de conceptos y más personas comprometidas socialmente venzan sus recelos para con todo lo relativo a la espiritualidad.

El nacer tanto a la vida del espíritu y del compromiso en el servicio es un proceso natural, que no puede, de ninguna de las formas, ser forzado por agente externo. Sólo el alma marca los ritmos de apertura.

Agradecer la vida
El modelo de redes se va desplegando poco a poco en todos los ámbitos de la actividad humana, pero es precisamente en el área de la sociedad civil, por su propia disposición a explorar nuevos modelos de organización, donde ha arraigado con especial fuerza. Sin embargo hay un Rubicón que han de sobrepasar los movimientos sociales, si de verdad aspiran a encarnar la esperanza global del otro mundo posible: rendirse en agradecimiento.

Denuncia de injusticia y reivindicación social no bastan. El sentimiento de imperativa solidaridad con las víctimas de los atropellos sociales y políticos es preciso que vaya ligado al de aceptación de las condiciones generales de la existencia que cada persona y grupo social va creando. Esta rendición viene apoyada por el conocimiento de las leyes de reencarnación y de causa y efecto que rigen nuestras existencias. En este contexto ni siquiera la muerte es una mal. La actitud de rendición ante la vida y Su Origen, es reforzado por el propio sentimiento de ininterrupción de la vida, que nos lleva a no considerar la muerte como un fatal desenlace, sino más bien como una liberación del alma.

Una actitud de rendición ante la vida, no es una actitud de conformismo ante la injusticia. La rendición, el agradecimiento ante la vida y su misterio ahuyentan en nosotros los sentimientos de resentimiento y por ende de confrontación. Esta capacidad de dejarnos fascinar por la vida y la creación, por aceptar las situaciones que nosotros atraemos, es también la garantía de la perpetuación en nosotros de un espíritu emprendedor y de creatividad liberadora.

La vida no puede perdurar a la larga si no se le tributa de una u otra forma reverencia. Es preciso reconocer los dones que nos concede. Sin agradecimiento la vida se torna mecánica y falta de aliento. Cobra esplendor cuando se le despeja por delante la falsa y engañosa idea de la muerte, cuando se le presenta una ventana a la eternidad.

El agradecimiento es la llave que recrea la vida. El agradecimiento va acompañado del sentimiento de perdón y por lo tanto la neutralización del impulso de confrontación. Los adversarios son al fin y al cabo una ayuda en nuestra apuesta evolutiva que nos permiten forjarnos en amor, voluntad y discernimiento.

“Mediante el amor curaré a los injustos” Nos dice el Maestro Morya. Estamos obligados a denunciar la injusticia, la violación a la ley del amor universal. Habremos, sin embargo de cuidarnos mucho de imbuir esta denuncia de emocionalidad negativa y destructiva, pues en ese caso queda invalidada ella también por falta de amor. Quien agrede, quien explota…, es un ser humano que necesita aún más amor, pues su actitud egoísta carente de principios así lo denotan.

A nivel global ocurre otro tanto. Puede haber pueblos enteros implicados en abusos que son precisos frenar, pero no es con confrontación y odio, de la forma que ello ha de hacerse.

En los casos más extremos, todo nuestro ser se puede implicar en frenar al mal, pero nunca con los medios de éste. La no-violencia (“ahimsa”) implica un gran acopio de fuerza interna y es el poderoso medio del que se dotan los hombres y mujeres que sirven a la evolución, para frenar, llegado el caso, la injusticia y la explotación.

Se trata de fomentar el idealismo creador, capaz de dar vida a nuevos sistemas sociales. No se trata de dar rienda suelta al primitivo impulso emocional de resentimiento y afrenta. No se trata de emplearse en la destrucción de los antiguos sistemas sociales, sino de crear unos nuevos. El viejo mundo se desplomará sin necesidad de atacarlo, por el avance del nuevo. La voluntad de destrucción ha de ser suplantada por la fuerza compasiva, creativa y liberadora.

Dice Ken Karey en ese libro bello y revelador que es “La vuelta de las Tribus Pájaro” : “La verdadera fuerza reside en el amor que se fortalecerá día a día en el próximo ciclo. Nuestra estrategia consistirá en permitir que las organizaciones del temor sigan dominando en apariencia, mientras nosotros vaciamos sutilmente la fuente de su poder: el miedo de los hombres”.

Tumbar el viejo y caduco mundo, implica en buena medida reproducirlo. La oscuridad merma con la luz, la mentira con la verdad, la nueva sociedad emerge ya al tiempo que la vieja se va descomponiéndose. El proceso es largo, pero imparable. El recambio no se establece de un día para otro. Mejor que así sea. Si el viejo mundo se desmoronará de repente no contaríamos con “un repuesto”. Al igual que en la naturaleza, los cambios han de ser lentos y paulatinos, para que operen con conciencia y responsabilidad.

Evolución versus revolución
Por más que le duela al impaciente, al exaltado, al revolucionario que muchos de nosotros llevamos tan dentro, la ley natural nos habla de evolución, no de revolución. Nada acontece de repente, los procesos de crecimiento de los seres, de avance y repliegue de los fenómenos… son todos lentos y graduales.

Los cambios sociales así han de operar también. Los cambios bruscos suscitan situaciones de confrontación y violencia, de ello la humanidad conoce en demasía. Las transformaciones han de ir detrás de la conciencia y no a la inversa y el avance de la conciencia es lento. Las transformaciones necesitan su tiempo para poder ser asumidas por la mayoría ciudadana, de lo contrario surge de nuevo una élite que se vuelve a apropiar de los destinos del pueblo y nos volvemos a encontrar con la distancia entre dirigentes y dirigidos.

Confrontar por lo tanto no comporta progreso, sino retroceso. Los movimientos sociales más radicales y sus respectivas redes están lastradas por el sentimiento de rencor y el espíritu de confrontación. El medio debe de estar en los fines, el mañana puede encarnar ahora. Con rencor no se puede construir lo nuevo.

La alianza por el nuevo mundo posible debe articularse entre las redes y movimientos liberadores en su más amplio e integral sentido, gentes no imbuidas de odio, sino de amor y que hayan superado el paradigma de la confrontación. No procede la vinculación con los movimientos y redes basadas preferentemente en la lucha contra el sistema dominante.
Creemos en los movimientos que plantean nuevos horizontes, nuevas formas de relación humana, de relación con la madre Tierra y son capaces de ponerlas en práctica. No creemos en las redes y movimientos que simplemente confrontan el sistema, sin plantear alternativas emancipadoras, que se limitan a reproducir los mismos esquemas, eso sí pintando y decorando de otros signos y colores la misma fachada.

El verdadero reto humano estriba en la construcción de alternativas al modelo actual, al diseño y edificación en su mayor esplendor posible del nuevo mundo. No avanzamos con el derribo del antiguo, sobre todo cuando nos persuadimos de que éste se va poco a poco desplomando solo, sin la necesidad de empujarlo.

Construir, no tumbar
Es más fácil destruir que crear, tumbar que edificar. Es indispensable saltar de la confrontación a la construcción. Acercarse al adversario con compasión, consciente de su ignorancia al adoptar tales actitudes en contra del bien ajeno, es la forma más rápida de ganar su corazón.

La alianza se establece por lo tanto entre todos los genuinos trabajadores por el bien ajeno, entre quienes, cada uno desde su ámbito, están sentando las bases de un mundo de armonía y fraternidad. Los ensayos se prodigan por doquier y ya apuntan hacia lo que constituirán los modelos del mañana.

El progreso es incuestionable, los ritmos pueden ser más lentos de lo que desearíamos, pero así ha de ser para consolidar los logros, tanto a nivel particular como colectivo. No conviene construir en el vacío.

Todo es posible con esperanza, compromiso y constancia: esperanza de que juntos podemos, de que el Cielo, la Jerarquía espiritual, nos está asistiendo, de que hay un Plan Superior y que por sus lineamientos avanzamos hacia la tierra pura y liberada; compromiso o conciencia de servicio, de que vinimos a la tierra como activadores de la nueva realidad, como constructores de las bases de un nuevo sistema; constancia o convencimiento de que a cada día corresponde su afán, de que no conviene quemar etapas, sabedores de que la apuesta es a largo plazo.

Nueva conciencia que a todos impregna
Los nuevos modelos van calando ya entre los responsables de los viejos sistemas y organizaciones. Se dan cuenta de que en su ámbito de gobierno, institución o empresa, el trabajo ha de ser más participativo y creativo, de que es preciso crear relaciones saludables, espacios naturales y sostenibles, donde los miembros, trabajadores o implicados se sientan a gusto…

No hay instancias, ni seres impenetrables a la nueva energía acuariana, promotora del espíritu de cocrear y compartir que con fuerza inunda el planeta. Todo ser alberga un alma y por lo tanto es susceptible de reaccionar positivamente a los nuevos estímulos. Evidentemente hay seres en los que este clamor noble del alma está casi acallado o es muy débil, mas no por ello inexistente. Apenas hay seres irrecuperables. La sabiduría inmanente nos dice que sólo cuando en reiteradas vidas una personalidad persiste en causar mal ajeno en beneficio propio, desoyendo de forma reiterada los llamados de su alma, se puede romper ese vínculo con el alma que posibilita la evolución. El avance en una vida puede ser mínimo, incluso es posible experimentar retroceso evolutivo, pero no por ello el ser está perdido.

Es el orgullo de la personalidad el que merma el anhelo de agradecimiento del alma. Mientras que prime esa suficiencia de la personalidad, las realizaciones humanas estarán carentes de orden, belleza y armonía superiores. Sólo con la rendición de ese ego se nos abre un universo elevado de realizaciones excelsas.

Ensayando el otro mundo posible. Ecoaldeas
Existen grupos sociales organizados en estructuras de vanguardia, con o sin orientación espiritual, que albergan semilla del otro mundo posible. Las redes que plantean formas de vida comunitarias fuertemente ligadas a la Tierra, son punta de lanza de un futuro más prometedor. El movimiento de ecoaldeas y comunidades alternativas, son un ejemplo de tejido en red a nivel planetario (GEN), continental, nacional y regional; son un ejemplo de practicismo a la ahora de hacer realidad aquí y ahora el otro mundo posible. Centradas en aspectos materiales muy concretos, albergan un potencial liberador impresionante, aunque puedan no percibir conscientemente la influencia personal y colectiva del alma.

En torno a esta red podemos encontrar, en el mismo ámbito cultural, otras como las de agricultura biológica, de bioconstrucción, de consumidores responsables, de economía alternativa… que ya están, cada una de ellas en su ámbito, creando espacios pioneros. Acercan el futuro, al implementar correctas y armoniosas relaciones, al desarrollar economías justas, comunidades sostenibles…

Las redes espirituales
Los nuevos grupos y movimientos espirituales por su propia naturaleza aspiran a ser testimonio de fe, aliento de eternidad. Muchos de ellos van abandonando sus anteriores estructuras piramidales, organizándose de forma más horizontal. En el ámbito estructural estos grupos y movimientos responden, por lo tanto, al impulso álmico de creación de modelos superiores. Ese anhelo necesita su tiempo para cuajar en compromisos, para dejar de ser una mera aspiración carente de responsabilidad alguna.

El servicio es una necesidad interna, sin embargo ni en todas las personas, ni en todos los grupos espirituales se deja sentir por igual esa necesidad. El servicio es el florecimiento del alma, al igual que el deseo es el impulso de la personalidad. Cada ser tiene su particular momento de floración.

De la misma forma que hemos constatado que existen movimientos sociales con compromisos de servicio fuertes, pero que no observan que esa vocación es una demanda imperativa de su propia alma, hay movimientos espirituales que no observan que el anhelo de desarrollo del alma implica una actitud de servicio y entrega a favor del prójimo.

La vida en el espíritu está unida indisolublemente al compromiso humano y entraña fuerte responsabilidad para con la suerte de nuestros semejantes, pero no siempre los movimientos espirituales se encuentran en la vanguardia servicio y en el empeño de edificación del otro mundo. Ocurre a veces que están excesivamente encerrados en sí mismos, enfrascados en su propia dinámica, ajenos a los aconteceres de la humanidad… Podemos constatar en ocasiones una excesiva abstracción de la realidad terrena.

Colaboración entre redes sociales y espirituales
Hoy en día podemos observar que muchos de los modelos superiores de la sociedad del futuro son presentados por las redes sociales, de vida sostenible, naturistas, ecologistas, de permacultura…

Aún con todas las brillantes excepciones de comunidades espirituales como Findhorn, Figueira, FBU de Quebec…, que ya están desarrollando modelos superiores de convivencia, nos encontramos a menudo con que son las mencionadas redes alternativas las que van por delante en la plasmación aquí y ahora de formas sostenibles, amables y bellas de vida.

El mundo será en el futuro una articulación de comunidades. Las grandes urbes de asfalto tal como las conocemos ahora tenderán a desaparecer. No es posible una vida plena alejados de la naturaleza y sus reinos. El ser humano, y sobre todo los niños, no pueden desarrollarse en su integridad alejados de los animales, los árboles y las plantas.

Unas y otra redes están llamadas a encontrarse. Los más espiritualistas deberán, sólo es un ejemplo, aprender a hacer compost, a cultivar tomates sin química alguna, a colocar placas de energía fotovoltaica, a levantar una casa de paja… Los activistas sociales y alternativos más escépticos deberán abrir su corazón y rendirse ante los dones de la creación que ellos disfrutan en su huerto, deberán reverenciar tanta maravilla que ellos observan en contacto tan estrecho con la naturaleza, deberán poco a poco comprender que ese goce en comunión con todo lo que existe es nuestra heredad no por una vida, sino por siempre, deberán ir impregnándose paulatinamente de un amor fraterno más englobante e inclusivo…

Hemos pues de trabajar para que unos y otros movimientos y redes se interrelacionen entre sí. Cada red se mueve en un ámbito determinado de actividad humana, pero todas las redes auténticamente emancipadoras están llamadas a encontrarse, complementarse y colaborar unas con las otras. De lo que carece una red, lo aporta la otra. Son cada una de ellas teas de un gran fuego a encender, capaz de iluminar de esperanza la Tierra entera.

Cada movimiento cívico, cada red, debía hasta el presente hacer su propio itinerario, pero poco a poco vamos tomando conciencia de la necesidad de empezar a cooperar las redes implicadas en la transformación planetaria y en la transformación interior, en orden a hacer progresar una alternativa global a nuestro sistema actual.

Unos y otros movimientos, unas y otras redes, estás llamadas a “fecundarse” entre sí y así ofrecer al conjunto de la ciudadanía una idea más sintética, más inclusiva, más “global” del otro mundo posible. (Usamos la palabra global en su sentido emancipador, es decir referido a una unidad no uniformante, ni alienante, sino enriquecida por la diversidad de los integrantes).

El ser humano deberá desarrollar en los próximos años por encima de todo la idea de síntesis. Ese fermento de inclusividad entre unas culturas, entre unas redes y otras… deberá ganar un tiempo y un espacio. Será necesario organizar foros y espacios de encuentro para posibilitar esa mutua “fecundación”, esa síntesis necesaria.

La propia práctica será la encargada de demostrarnos si esa hora de mayor unión entre las redes y movimientos es ya llegada. Pensamos que ese principio global, holístico, ha madurado ya lo suficiente para que las diferentes redes seamos capaces de comenzar a plantear unidas una alternativa práctica al actual paradigma dominante.

¡Cómo, pues, sino unidos los que aquí y allí trabajamos unidos con entusiasmo, más allá de las marcas pasajeras, por un comercio e intercambio sin abusos, por un campo sin química, por una enseñanza que facilite el despliegue total del ser, por un arte que todo lo inunde, por unas viviendas y ciudades saludables, por un mundo más solidario, alegre y hermanado, por una Madre Tierra más reverenciada, por la multiplicación de comunidades ecológicas o ecoaldeas, por una alimentación más sana, por una medicina más natural, por una existencia más bella y pura, más imbuida de fe y de esperanza, más henchida de agradecimiento a lo Alto por tanta maravilla…!

El futuro ya nos ha alcanzado. Pongamos pues, nuestras visiones y propósitos en común Llegó la hora del compartir, de sellar la alianza de los soñadores reencontrados. Sólo juntos haremos posible una nueva Tierra, bajo un nuevo Cielo.

Vivimos la hora en que se juntan todos los caminos hollados con corazón y buena voluntad, alentemos ese “carrefour” de redes sociales y redes de desarrollo personal, crecimiento interno o nueva conciencia emergentes, de redes alternativas y redes espirituales de visión abierta, universal y no doctrinaria. El futuro es en unidad de corazones puros y voluntades nobles, si ningún tipo de frontera añadida.

En el alumbramiento de lo que ha de ser, no podemos dejar de guiñar a lo Alto, a lo profundo de nosotros, a lo más excelso que nos habita, que al fin y al cabo es lo mismo. Algo nos remite a la Fuente de toda belleza, de todo amor, de todo orden al ensayar encarnar aquí y ahora esos valores superiores.

Podemos construir en la tierra un nuevo orden justo, alegre y bello, pero necesitaremos de la promesa de eternidad para poderlo perpetuar. La continuidad de la vida es la que permite el progreso de nuestros más elevados sueños. Hay una cadena ininterrumpida e inextinguible de latidos que a la vez garantizan el futuro de un esfuerzo colectivo milenario. Efímera arcadia la que se difuminaría al tener que abandonar los cuerpos. Hay un impulso evolutivo que seguiremos promoviendo y protagonizando más allá de la mal llamada muerte.

Ahora nos damos cuenta de que todo formaba parte de un proceso general y toca por lo tanto dar un siguiente paso. Acercar redes sociales y de nueva conciencia constituye otro gran reto, imbuidos del convencimiento de que unas y otras redes están, más pronto que tarde, también llamadas a reconocerse en su complementariedad.

Las redes sociales y espirituales representan las dos polaridades de un sola realidad multidimensional. Las redes sociales proporcionan diagnosis y experiencia a ras de tierra, las espirituales aportan su exploración y vivencias en las dimensiones más sutiles del espíritu. Ambas se necesitan pues de lo contrario, los miembros de unas u otras permaneceremos bizcos, con un ojo cerrado a la gran realidad.

Es llegada la hora en que las redes civiles y las redes visionarias o espirituales salgan al encuentro fomentando una cultura de cooperación global para la evolución consciente de la especie humana, tal como anhelan muchos de los implicados en un y otro aspecto de la transformación planetaria.

Epílogo
Merece la pena trabajar unidos por alumbrar lo que aún no vieron los ojos de la carne, y sin embargo las pupilas del alma bien recuerdan. Merece la pena emplearnos en lo que vinimos a hacer a este mundo, aún con riesgo de fallos, aún con riesgo de iniciativas frustradas. Lo importante es que, a fuerza de errores y aciertos, vayamos levantando el mapa, explorando la nueva geografía, enfocando la visión, ensayando los nuevos modelos… Que el último aliento nos coja con la azada levantada, la azada que labra el mañana por el que tanto hemos suspirado.

Todos tocan su instrumento y desde arriba el sonido de la gran orquesta planetaria se hace audible. Nadie alberga todas las claves. El Cielo las esparció por la tierra entera para que nadie se creyera en la posesión de todo el modelo de futuro. Este trabajo ha pretendido contribuir en el trazado de la visión compartida. Poco a poco una visión más atinada, completa y holística irá emergiendo.

¡Juntos acometemos esa inmensa tarea!

¡Que la Paz y el Amor presidan el servicio compartido! ¡Unidos en el Trabajo Uno!

 
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